En los 50 años de la existencia del CIOVI, estuve activo en Uruguay desde antes de su fundación el 29 de Abril de 1958, hasta su cierre en 2008.
Por cuanto me fui de Uruguay en 1989, debo descontar 19 años del total de la existencia del Centro. Y personalmente estoy persuadido que de haber continuado estando en Uruguay, eso no habría ocurrido.
Pero son 31 años dedicados directamente a la investigación y estudio de denuncias de OVNI de todas partes del país. Eso nos llevó a conocer testigos en lugares distantes como los Departamentos de Artigas, Rivera, Tacuarembó, y otros tan cercanos como Canelones o San José, sin dejar de considerar Colonia y San José al Oeste, y Maldonado y Rocha al Este.
Así como se acumularon los casos se fue acumulando la experiencia. A tal punto que la descripción de lo visto nos orientaba directamente a su solución. Ejemplo: las denuncias suscitadas por los satélites Eco I y II, en su tiempo, y por las luces del tren de aterrizaje de aviones procedentes de Buenos Aires con destino a Carrasco.
Como lo pueden ser actualmente las filas de satélites Starlink, o el pasaje de la Estación Espacial Internacional, o de la Estación Espacial china.
Inicialmente, en cada caso se dan dos factores permanentes: a) el testigo vio algo que le sorprendió y que no pudo identificar por sí mismo; b) es posible que al caso se añada el interés que el tema ha despertado en el testigo, las cosas que ha leído, visto en TV, en películas, y los comentarios de personas amigas o de algún grupo al cual puede pertenecer.
Esos son factores extra que se añaden a la confusión del testigo. Pero –salvo en dos o tres casos en que hubo un deliberado truco e interés en “vender” el caso que incluía fotos, las personas han declarado siempre la verdad sin ningún oculto interés espurio.
Para el investigador, la conexión inicial con el testigo supone también que a través de su modo de expresarse, de la convicción que trasunta, de datos colaterales que se pueden recabar acerca de la sinceridad de la persona, o de si es alguien proclive a crear historias fantásticas, se obtenga una imagen y valoración de la personalidad con la cual se está tratando.
Los datos duros, por sí mismos indicarán el rumbo de la investigación a tomar y los resultados a buscar.
Más allá de la convicción del testigo y de la honestidad del mismo en el relato, el investigador está obligado a dar con la verdad, que parte del mismísimo testimonio recabado, pero que difiere en la interpretación del mismo por cuanto se le somete a factores que el testigo no controla pero que pueden terminar explicando la realidad del caso y su verdadera naturaleza.
Y ese proceso que el investigador está obligado a hacer, es el que definirá exactamente qué es lo que ocurrió, qué fue lo que atrajo la atención del testigo y le llevó a denunciar lo que experimentó.
En la abrumadora mayoría de los casos –en mi experiencia creo que puedo arriesgar a decir que en un 98% de las denuncias—lo que recibimos de los testigos es la verdad de lo acontecido, tamizado por su falta de conocimiento que no le permite identificar lo que está viendo. Lo que sigue es la verdad real, producto de la investigación y estudio del caso.
Al final, se concilian ambos relatos. El original del testigo, y el que surge como resultado de la investigación y estudio. El caso entonces, queda completo.
¿Va el investigador a abordar al testigo con prejuicio, con una duda sobre la persona del testigo mismo y su dichos? Eso empaña al mismo proceso de investigación. Eso no sirve.
¿Va el investigador a abordar al testigo con entusiasmo, aguardando que su caso confirme la idea que el investigador tiene sobre la naturaleza del fenómeno investigado y hasta su procedencia? Eso tampoco sirve, porque anula el valor de una conclusión. No será científica en absoluto.
El abordaje del caso por parte del investigador demanda una neutralidad absoluta. Estar a lo que surja de la investigación, en cuanto a datos de lo acontecido y a la personalidad del testigo.
Otra circunstancia es la de un caso con múltiples testigos. Lo imperativo es separarles y entrevistar a cada uno de esa manera. Luego comparar sus declaraciones y verificar si hay diferencias, y de ser sustanciales, volver a interrogar a los involucrados por separado, y si la diferencia persiste, reunirse con ambos para zanjar los aspectos discrepantes.
La complejidad del caso determinará si el investigador deberá acudir al asesoramiento de profesionales en determinadas especialidades, lo cual inclusive podrá conducir a análisis de diversa índole.
Recién reunido todo ese material será posible que el investigador (o mejor, el equipo investigador) estudie, evalúe todo el material, y verifique si puede llegar a una conclusión, válida, honesta y segura.
Así es de compleja la tarea de investigación y estudio. Hay casos que se resuelven al momento, hay otros que pueden llevar meses. Vale la paciencia, el ahínco y la voluntad del investigador de llegar a la verdad y desvelar el aparente misterio.
Y al final, queda la satisfacción del deber cumplido. De una tarea basada en el conocimiento y en el método científico, la aplicación del “rasero de Occam” y la honestidad intelectual a toda prueba.
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