En la época de la
Guerra Fría, se justificaba que una nación como Estados Unidos creara un
organismo dentro de la Fuerza Aérea para investigar las denuncias de Ovni, los
llamados “UFO reports”.
La finalidad era por
un lado calmar al público respecto a que los cielos estaban controlados, y por
otro, de entre todas las denuncias, interesarse en aquellas que eventualmente
pudiesen apuntar a una posible amenaza a la seguridad nacional.
Entre medio, ante lo
inexplicable de ciertos acontecimientos y de la presencia de determinados
objetos con características y comportamientos que no se correspondían con la
tecnología conocida por Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido o
Francia, hubo quienes pensaron que estaban ante la presencia de algo venido del
Espacio.
Esta tendencia ganó
incluso la opinión de algunos militares y llevó a que otros encontraran en la
idea una excelente forma de encubrir los vuelos experimentales o de aparatos
operacionales que principalmente eran usados para espionaje. Inclusive alentó
una serie de aplicaciones prácticas a nivel de guerra psicológica.
Pero la gestación y
deliberada difusión de la idea de naves extraterrestres prendió de tal manera
en el público que el mito pasó a ser como una imparable bola de nieve. Y cada
vez se le fueron agregando más elementos, como aterrizajes, seres, abducciones…
Terminada la Guerra
Fría, perfeccionada la fotografía obtenida por satélites artificiales, dejó de
ser tan importante el uso de aviones –aún de características excepcionales—para
cumplir labores de espionaje, y el tema OVNI fue decayendo en forma
precipitada.
La USAF y a RAF dicen adiós a la investigación
Finalmente, y
mediante la salida elegante del “Estudio Científico de los Objetos Voladores No
Identificados” a cargo de la Universidad de Colorado, la USAF tuvo la base
suficiente como para poner fin a su mentado “Project Blue Book”, y ahí se
terminó la investigación oficial del tema en Estados Unidos.
Como se dijera muchas
veces, aún durante la misma Guerra Fría, “los OVNIs no constituyen una amenaza
a la seguridad nacional de los Estados Unidos”.
En Gran Bretaña, los
servicios de inteligencia de la Real Fuerza Aérea llevaron a cabo por décadas
una sigilosa investigación y estudio del tema. Un voluminoso cúmulo de
expedientes da cuenta de todo ello, porque finalmente la RAF decidió publicar
el contenido total de todo cuanto había investigado y estudiado en forma
secreta, llegando a la conclusión de que si bien hay cosas que merecen ser
investigadas y estudiadas, eso no le compete a la RAF por cuanto el fenómeno no
representa ningún peligro para la navegación aérea en el Reino Unido, ni
tampoco una amenaza a su seguridad. Y por lo tanto la RAF decidió abandonar el
tema.
Curiosamente, en los
países menos desarrollados, como Perú, Brasil, Argentina y Uruguay, se crean
comisiones dentro de sus Fuerzas Aéreas para dedicarse a investigar y estudiar
el tema.
En Chile no es la
FACH, sino la Aeronáutica Civil la dedicada al fenómeno, si bien al frente de
la misma hay un General (Retirado) que perteneció a la Fuerza Aérea Chilena. De
alguna manera es una excepción, pero no satisface plenamente –a mi juicio—las
características que una válida Comisión Nacional debe tener.
En América Latina copian fuera de tiempo
La tendencia en los
países latinoamericanos ha sido repetir el esquema que se desarrolló en Estados
Unidos durante la Guerra Fría.
La normal
operatividad de la aviación civil y comercial que acontece diariamente en esos
países, revela en forma incontrastable que el fenómeno, cualesquiera fuese su
origen, no constituye un peligro para la aviación.
Ninguno de esos
países puede declarar que constituye una amenaza o riesgo para su seguridad
nacional. Entonces ¿por qué las Fuerzas Aéreas se abrogan el derecho a
implicarse en el tema en desmedro de las otras Fuerzas militares, y
fundamentalmente de científicos, técnicos e investigadores civiles que proceden
sobre bases científicas?
Como bien lo
expresara mi colega investigador y estudioso del tema, Germán S. Vázquez, en su artículo “Un silencio inútil” publicado en este blog el 28 de Mayo de 2012:
“Es cierto también que se ha avanzado
bastante en su estudio general y muchas manifestaciones del mismo han sido
resueltas, aunque no todas.-
¿Gracias a quién o quiénes se ha
avanzado en este aspecto?
Sin duda alguna esto se debe a
investigadores y estudiosos civiles ya sea en forma individual o como
integrantes de alguna organización, también civil, dedicada al tema.-
Entonces la pregunta que surge es:
¿para qué sirven las organizaciones militares dedicadas a “investigar” las
observaciones de fenómenos aéreos extraños?
Actualmente me parece que para nada.”
Es cierto que algunas
o todas las comisiones procuran tener algún civil o civiles integrándolas. La
pregunta es si esos civiles son quienes más preparación tienen sobre el tema,
quienes más experiencia han acumulado en la investigación y estudio, y quienes
sustentan claras posiciones que no contradicen a la ciencia sino que aplican su
metodología.
Error en la elección de civiles
Lamentablemente, no son pocos los casos en que los civiles
convocados a acompañar la labor de esas comisiones, no tienen las mejores
calificaciones como para integrarlas, desconociendo la labor de otros, que –por
causas no conocidas—no son convocados.
Pero hay dos aspectos
más que no puedo soslayar.
Cuando algunas de
esas Fuerzas Aéreas han buscado el asesoramiento de algún civil, han recurrido
hasta a extranjeros pero con una total
falta de criterio en cuanto a su selección.
No ha de extrañar que
esas mismas comisiones luego generen algún congreso, y se nutran de un
fantasioso platillismo que permea el tema a nivel social, pero que no debería
para nada tener entrada en las instituciones oficiales encargadas justamente de
investigar para llegar a la verdad, y no para dejarse influir por criterios
pseudo-científicos, o francamente absurdos.
La concesión a lo popular
Claro que esas
comisiones pretenden tener vigencia, y para ello necesitan del ambiente
propicio y de la existencia de acontecimientos-OVNI.
Menudo problema se
les presenta cuando no sucede nada, cuando no hay denuncias.
Entonces hacen
concesión hacia la fantasía popular, hablando de la posibilidad de lo
extraterrestre, o –lo cual es mucho más grave—afirmando que entre otros
orígenes de estos fenómenos, la comisión (cualesquiera de ellas) consideran el extraterrestre, para lo cual no
cuentan con ningún fundamento científico.
Que civiles puedan
adoptar esas posturas, --aunque erróneas--
no preocupa. Pero que las adopte una comisión oficial sí, porque se
entiende que es la palabra de la autoridad de un país, y si la autoridad dice
eso, abre paso a toda la especulación, la fantasía y lo que es peor, a la
explotación de la credulidad pública y el negocio de quienes utilizan el tema
OVNI como mercancía y viven del mismo.
El innecesario secretismo
Otro aspecto más que
en general se da con estas comisiones oficiales, es su práctica del secretismo.
De tanto en tanto sale alguien a hacer unas declaraciones públicas, dando cifras
globales: tenemos tantos casos, y un cierto porcentaje –que indican—no ha
podido ser explicado. Pero jamás le van a decir al público qué casos son los no
explicados, en qué consisten, y menos van a llamar a científicos y a expertos
civiles en el tema para que les ayuden a resolver esos casos no explicados.
Prefieren y eligen de ex profeso mantener el secreto de la casuística que dicen
poseer.
Ya lo señalaba muy
certeramente Vázquez en el artículo arriba referido al expresar:
“Los archivos oficiales son
“herméticos” y ni siquiera se le da información completa a la población que en
definitiva es quien finalmente paga por sus servicios.-
¿Para que guardan la información?”
Curiosamente también,
estas comisiones, o algunas de ellas, hablan de miles de denuncias. Francamente
me sorprende. Las denuncias han caído en acentuado declive desde 1980 al
presente, y ni entonces se daban por miles, cuanto mucho algunas decenas en un
año muy agitado. También el porcentaje
de los no-identificados suele ser más alto de lo tolerable, de acuerdo a la
experiencia de los mejores investigadores privados.
Pero…está claro que una comisión oficial tiene que
justificar su existencia. La comisión origina gastos. Si no de los militares
asignados a esa actividad, por lo menos gastos de transporte, de traslado de
esos mismos militares para asistir a congresos internacionales en otros países,
de gestación de encuentros internacionales, de entrega de pergaminos, o placas
de homenaje, etc.
Eso lo paga el pueblo. Entonces hay que dar
públicamente una razón de ser de la comisión, para que siga existiendo.
Esta es una situación lamentable pero real.
Entre tanto, y para mantener el mismo funcionamiento
de las comisiones, éstas no dan a conocer al público los detalles de los casos
investigados cada año, cuáles fueron
resueltos de qué manera y cuáles quedaron sin identificar.
El secretismo les aqueja tremendamente. Funcionan a
archivos cerrados, y es hora de que de una vez por todas abran esos archivos a
conocimiento público, y muy en especial a los investigadores privados que
pueden contribuir con su conocimiento y experiencia a hacer una revisión de la
casuística y posiblemente a reducir el número de los no identificados.
Una consideración aparte merece la investigación
oficial en Francia, porque la misma no está en manos de militares, sino de
científicos.
Y el GEIPAN, el organismo oficial francés dedicado al
tema, ha publicado en la Internet todos sus archivos. Ahí están todos los casos
que han pasado por sus manos, y los que seguirán pasando.
Eso es lo que corresponde hacer. Es verdaderamente un
ejemplo.
Por qué investigación
nacional y cómo
A esta altura, es evidente que circunscribir el tema a
las Fuerzas Aéreas es tener una visión muy limitada del mismo, y un
provincianismo en cuanto a su consideración. No hay razón para que las Fuerzas
Aéreas tengan el monopolio de la investigación.
Entre tanto, ¿cuál es la conveniencia de una investigación
nacional y cómo debe ser el organismo a cargo de la misma?.
Si un país determina que es importante investigar el
fenómeno, entonces tiene que crear un organismo a cargo de esa tarea.
La conveniencia consiste en que dicho organismo podrá
contar con los medios con que no cuentan los investigadores privados. Cierto instrumental
sofisticado, transporte, información de tráfico aéreo civil, comercial y
militar, información astronómica y meteorológica, disponibilidad de
científicos, técnicos, laboratorios, etc.
Se ha dicho siempre que la labor de investigación y
estudio de los Fenómenos Aéreos Inusuales es de carácter multidisciplinario.
Siendo así, el organismo al que se le adjudique la
tarea tiene que estar constituido multidisciplinariamente.
Partiendo de la clara visión de que la dilucidación
posible del fenómeno o fenómenos involucrados no es en manera alguna algo del
ámbito militar, no es un problema de defensa o de seguridad, sino científico, la comisión que se genere
tiene que tener un núcleo básico conformado por profesionales en Astronomía,
Meteorología, Aeronáutica y Psicología, todos ellos civiles y por un núcleo de
expertos en el tema, con probada trayectoria en la investigación y estudio del
mismo aplicando el método científico (condición sine qua non, para participar
en la comisión).
A su vez, como ha de ser una Comisión Nacional, la
misma en su constitución más ampliada habrá de abarcar a la Universidad
nacional y a través de ella a todas las Facultades y Escuelas, siendo de
prevalencia las de Ciencias, Ingeniería,
Agronomía, Química, Medicina y Psicología e institutos tecnológicos. Asimismo,
deberá contar con representantes de los Ministerios de Defensa, Interior,
Educación, Salud, y Agricultura.
De Defensa, porque integrantes de la Armada, el
Ejército y la Fuerza Aérea, pueden ser
eventuales observadores, o tener bajo su jurisdicción la ocurrencia de una
denuncia. De Interior, porque la población acude a la Policía para radicar originalmente
sus denuncias de algo extraño, es por así decir, el primer frente de contacto.
De Educación, porque es necesario educar al público en general acerca de una
serie de fenómenos naturales así como de desarrollos tecnológicos que pueden
dar lugar –si no se conocen previamente— a innecesarias denuncias de OVNI. De Salud por la eventual participación de
médicos en la investigación de algún caso en particular. De Agricultura por la
necesidad de hacer análisis de alteraciones del suelo encontradas en algún
campo.
Así se constituye realmente una Comisión Nacional.
De modo que, en lo personal, abogo por la creación de
este tipo de comisiones nacionales para la investigación oficial del tema.
Y abogo a favor de que funcionen con archivos
abiertos. No hay razón para el secretismo, para el ocultamiento y para crear
innecesarios misterios.
Eso en definitiva no es una actitud científica, ni
seria.
Milton W. Hourcade
Marzo 21 de 2014