La sigla O.V.N.I.
(U.F.O.) no determina nada. Es una definición por la negativa. Dice que no
sabemos de qué se trata.
De que lo que no
sabemos es la verdadera naturaleza de un “objeto que vuela”.
La primera objeción
que podemos plantear es que quizás no se trate de algo que está volando sino
flotando en el aire, como un globo o una pompa de jabón. Punto básico: no todas
las cosas que están en el aire están volando.
La segunda objeción
es que la sigla se refiere a un objeto. Pero bien puede ser una manifestación
de energía de cierto tipo. Por ejemplo, un rayo globular, fuegos de San Telmo,
Sprites, luces de terremotos o de Hessdalen.
Por lo tanto, si
excluimos la segunda y tercera letra de esta sigla, quedamos con el concepto de
No Identificado.
La pregunta inmediata
es: ¿quién dice que algo es no identificado? O ¿cuántas personas dicen que es
no identificado? ¿Están implicados instrumentos de detección?
Si –como
investigadores— consideramos la denuncia de OVNI procedente de apenas una
persona, el valor de esa denuncia será mínimo, excepto si la persona es alguien
con un sólido historial científico, el cual, sin embargo, da solo un plus
respecto de un individuo común, pero no mucho más finalmente. Aún los científicos
pueden confundirse.
Si la denuncia de un
mismo fenómeno procede de una cantidad de testigos que se encuentran en una
misma área, pero que son totalmente independientes entre sí, el informe
adquiere más relevancia.
Indudablemente algo
ha sido visto en el aire que muchas personas no pudieron identificar con nada
que ellas conocieran.
Si añadimos a la
denuncia de OVNI que, aparte de muchos testigos independientes, el fenómeno fue
captado en fotos, video y radar, el caso llega a ser robusto.
Sin duda, algo
extraño ha ocurrido.
El análisis de fotos,
videos y de la detección por radar –si la misma ha sido grabada-- vendrán en apoyo de lo que los testigos
vieron a simple vista.
Es altamente posible
que una vez que las fotos, los videos y aún la detección por radar sean
analizadas, pueda haber una explicación convencional.
Muchas veces las
condiciones meteorológicas y aún más, las condiciones psicológicas en el
momento de la denuncia de OVNI, pueden influir en la denuncia misma.
Pero es importante
acordar y conceder que el investigador puede llegar a un punto en el cual él o
ella no tenga una explicación convencional para el fenómeno.
No sabemos todo. La
ciencia nos provee con la mejor metodología si queremos conocer algo, pero la
ciencia en sí misma está permanentemente tratando con lo desconocido que
procura conocer.
Como dijo el físico
Brian Cox (*): “Me siento cómodo con lo desconocido –ese es el objetivo de la
ciencia. Hay lugares ahí fuera, miles de millones de lugares ahí fuera, de los
que no sabemos nada. Y el hecho de que no sepamos nada sobre ellos me estimula,
y quiero salir y saber acerca de ellos. Y de eso se trata la ciencia. De modo
que si no estás cómodo con lo desconocido, entonces es difícil ser un
científico… Yo no necesito una respuesta.
No necesito respuestas para todo. Necesito tener que encontrar
respuestas.”
Es por eso que yo
acepto la idea general de que puede haber cosas que aún están “no
identificadas”, lo cual no significa necesariamente que no sean identificables.
Pero como
investigadores, pienso que tenemos que estar abiertos a la posibilidad de que
podamos encontrar algo que por más que hayamos luchado por identificar, puede
permanecer no identificado para nosotros.
Y eso puede ser una
gota en el vasto océano de cosas identificables que la gente, en general, puede
denunciar como “no identificadas” simplemente porque sucumbe a la tendencia en
que se le ha hecho pensar a la sociedad (lo cual es una forma de ignorancia),
porque busca publicidad, o –aún peor— hacer dinero.
Si algo permanece no
identificado para nosotros –investigadores—tendrá que ser luego de haber recogido toda la
información posible sobre el fenómeno en cuestión. No por investigación de
campo mal realizada o por datos insuficientes.
No se trata de que
ciertos fenómenos sean insondables, pero necesitamos reunir toda la información
posible a lo largo del tiempo, para finalmente arribar a la identificación de
lo que podría ser un nuevo desarrollo tecnológico, o un fenómeno natural aún no
muy bien estudiado. El perfecto ejemplo de esto son los Sprites, cuya
existencia la ciencia recién reconoció en 1994.
Milton W. Hourcade
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