El Septuagésimo
aniversario del “caso que lo empezó todo” –la observación de 9 extraños objetos volando cerca del Monte Rainier, hecha por
Kenneth Arnold el 24 de Junio de 1947—ciertamente está motivando y motivará que
muchas personas recuerden el caso, pero también que hagan algo especial, como dar
una conferencia pública, montar una exhibición, escribir un libro o un
artículo.
Este es el caso de un
estudioso del tema OVNI reconocido mundialmente como lo es nuestro amigo Vicente-Juan Ballester Olmos. Él
conjuntamente con el folklorista y a las vez estudioso del tema OVNI Thomas E. Bullard han escrito sendos
artículos sobre el tema OVNI.
Esos artículos,
originalmente publicados en Academia.edu son reproducidos aquí y sometidos al
análisis y consideración de nuestros miembros y eventualmente de cualquier persona
interesada en el fenómeno OVNI.
Por favor enviar
vuestros comentarios a cada autor, y a este blog para compartir vuestro
pensamiento.
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LA
NATURALEZA DE LA EVIDENCIA OVNI: DOS VISIONES
Parte I
Vicente-Juan Ballester Olmos
Se
cumplen exactamente 70 años desde que la sociedad de los Estados Unidos de
América fue estremecida y sacudida por la primera denuncia de “platillos
volantes”. Fue la observación de Kenneth
Arnold el 24 de junio de 1947. También dio comienzo a un fenómeno que los
ufólogos llamarían luego “oleada”, una enorme avalancha de informes a través de
los diarios de toda la nación. Fue de corta duración y tuvo el perfil de una
aguda curva Gaussiana que se desarrolló en apenas tres semanas: a partir de la
cobertura de prensa de la observación inicial, el interés de los medios se disparó,
alcanzó el clímax, llegó a su punto de saturación y rápidamente declinó. Esta secuela desató dos importantes hechos:
(1) las historias se diseminaron por todo el planeta, y (2) la Fuerza Aérea se preocupó
por este asunto, comenzando a investigar las apariciones de platillos volantes
(luego llamados objetos volantes no identificados u ovnis).
Siete
décadas de historia ovni han aportado innumerables hechos y sucesos, acciones y
reacciones, iniciativas militares y civiles, sesiones parlamentarias,
simposios, declaraciones de científicos y de legos, e incontables presentaciones
sobre ovnis en los medios de comunicación y a través del cine, la televisión y
las editoriales, bombardeando e influyendo diariamente en los ciudadanos. Sin mencionar
los millones de presuntos avistamientos de ovnis proporcionados por el público
y la retroalimentación que produjeron. Y no olvidemos el notable efecto
producido por miles de proponentes de la realidad ovni en todo el mundo,
personas a las que James Carrion, ex-jefe ejecutivo de MUFON, la más importante
organización sobre ovnis del mundo, caracterizó como “auto-proclamados
investigadores o periodistas de investigación, cuyo modus operandi es perpetuar el misterio, no resolverlo”. Visto
desde una perspectiva europea, este diagnóstico da
exactamente en el blanco.
En
el pasado, la gente miraba fenómenos extraños en el cielo como signos,
portentos y maravillas, entendidos en términos religiosos o folclóricos. Sólo
en raras ocasiones esas visiones fueron denunciadas y registradas –en la Edad
Media por un monje ilustrado, luego por un naturalista o científico,
actualmente por los medios de comunicación.
Desde
el siglo XIX, la literatura y la prensa y más modernamente el cine y la
televisión, han ayudado a crear expectativas ficticias en las mentes de la
gente. Este escenario de ciencia-ficción ha tenido un efecto desastroso en los
testigos, reduciendo su juicio crítico y obstruyendo de hecho su capacidad de auto-evaluar
racionalmente los eventos observados. Este problema es especialmente grave
cuando afecta a observadores de calidad como pilotos, militares o científicos,
cuyos informes –como demuestra la experiencia– finalmente se llegan a explicar
en términos mundanos y convencionales, en la misma proporción que aquellos tenidos
por observadores más sencillos.
Una
atenta revisión de los informes de observaciones ovni, especialmente aquellos
de alta extrañeza o los ejemplos de registros de imágenes, revela que cada suceso
es individualista (o sea, único y exclusivo). No hay dos eventos iguales, de la
misma forma en que no hay dos fotografías ovni perfectamente iguales. Excepto
por una similitud general debido a símbolos conocidos por el imaginario
colectivo, la forma de cada objeto, su dimensión y cinética, o la biometría y
comportamiento de cada ocupante son distintos.
Es como un teatro del absurdo. Más bien parece el resultado de la propia
imaginación creativa de cada uno.
Caso
tras caso, cuando está debidamente documentado y analizado, es aclarado o
degradado. Cada día que pasa, sabemos de otros de esos casos ovni clásicos que durante
mucho tiempo fueron considerados misteriosos e insolubles, recientemente
re-investigados y a los que se les encuentra una causa ordinaria o convencional.
He aquí uno de los más recientes descubrimientos: durante años, los ufólogos
occidentales han elogiado el estudio de 1979 firmado por Gindilis, Men’kov y
Petrovskaya (Academia de Ciencias de la URSS) que analizó una colección de
observaciones ovni aparentemente insolubles en Rusia, mayormente centradas en
una oleada de 1967. ¡Los ovnis no eran
un invento estadounidense después de todo! Sin embargo, las investigaciones del
Dr. Yulii Platov y, recientemente, el trabajo de Jim Oberg, destruyeron completamente la fiabilidad de
aquella investigación soviética, mostrando que la mayoría de los casos de 1967
correspondían a actividades espaciales militares rusas (concretamente, el Fractional Orbital Bombardment System -FOBS).
Otra muestra de evidencia “científica” que se desmoronó.
Actualmente
se dispone de sistemas avanzados de captura de imágenes a bordo de aviones
militares en tal cantidad que uno esperaría que se registraran frecuentemente
imágenes de ovnis, si tales objetos aparecieran en la atmósfera con la
regularidad que sugieren ciertos informes. La pura verdad es que la evidencia
de algo excepcional o singular registrado con tan sofisticados medios es
extremadamente pobre o inexistente: por ejemplo, los casos recientes más
importantes de capturas con tecnología aérea de video en infrarrojo (2004,
Campeche en México; 2013, Aguadilla en Puerto Rico; y 2014, Navidad en Chile)
fueron explicados como algo tan mundano y trivial como las llamas de pozos de
petróleo, un posible globo, y la estela aerodinámica de condensación de un avión,
respectivamente.
En
la década de los años 1950 se establecieron carismáticas organizaciones dedicadas
a los ovnis, para finalmente cerrar décadas después sin haber logrado su
principal objetivo, demostrar la existencia de los platillos volantes. No se
encontró nada extraordinario o persuasivo y solo se transmitió miles de
páginas de publicaciones llenas de
historias y muchos archivadores con innumerables expedientes de casos
destinados a amarillear con el paso del tiempo. Ahora, los centros privados dedicados
al “estudio” de los ovnis se cuentan con los dedos de una mano. El mejor
financiado de ellos, establecido en Suecia, se dedica principalmente a
preservar archivos y bibliotecas, muy consciente del creciente número de
ufólogos que se retiran, colecciones de informes que se abandonan y entidades
que desaparecen.
En
Estados Unidos se fundó en el año 2000 una organización de orientación
científica bajo la lógica premisa de que si los ovnis hacen intrusiones en nuestra
atmósfera, su actividad podría resultar peligrosa para la seguridad de la
aviación. Pero en su carta de renuncia de enero de 2017, su director científico
afirmó que no se llegó a detectar tal problema. Esta conclusión es la que puede
esperarse si no hay ovnis físicos que compartan el espacio aéreo con nuestras
aeronaves.
Ningún
especialista de ninguna disciplina científica entenderá por qué, si existe
evidencia sobre la realidad de verdaderas visitas del espacio exterior, no han
sido formalmente presentadas al mundo. No sirven los artículos en revistas
dedicadas a los ovnis ni tampoco el cada vez enloquecidamente mayor número de documentales
en canales de televisión. Dirán que la ciencia “oficial” nunca lo aceptaría.
Falso. La ciencia siempre está ávida de nuevos hallazgos. En este caso el
argumento es aún más falaz porque la relevancia para la sociedad –de ser reales los ovnis– es mucho mayor que
el descubrimiento del bosón de Higgs o de la última tribu en la Amazonia.
Objetos más pesados que el aire no pueden volar, los humanos jamás viajarían a
la Luna, las piedras no pueden caer del cielo, son algunas de las muchas
creencias ampliamente sostenidas en su tiempo que demostraron estar equivocadas
debido a los progresos científicos y tecnológicos o por la evidencia empírica. Los
mecanismos de auto-corrección son algo inherentes a la ciencia. Si hubiese una evidencia
indiscutible de la presencia ovni que apuntara a un origen extraterrestre,
sería perfectamente aceptable. Contrariamente a lo que se ha repetido a menudo,
el público está preparado para tal circunstancia.
Pero
la información ovni solo la consumen los mismos ufólogos. Los análisis que
parecen confirmar descubrimientos (imágenes anómalas, efectos biológicos en el
suelo o en el tejido vegetal, interferencias electromagnéticas a equipos, etc.)
son casi siempre realizados por creyentes, con independencia si poseen o no una
adecuada experiencia o tienen altos grados académicos. Los supuestos hallazgos asombrosos
no se entregan a una revisión por pares en las principales revistas científicas,
y en las raras excepciones que se hace éstos no generan ningún comentario
positivo. Sólo la continuada investigación en el futuro revelará cuánta mala y
equivocada ciencia firmaron físicos, ingenieros y otros científicos pro-ovni.
Por
otra parte, lo que sí es fácil de encontrar en publicaciones académicas son
artículos con modelos que explican diversas clases de experiencias extremas con
ovnis, como las abducciones, planteadas como casuística de confusión
psicológica como la parálisis del sueño, la tendencia a la fantasía, o
trastornos. En este particular segmento de informes, claramente inducidos por
la publicación de libros y por programas de TV, hallamos la deplorable paradoja
de que el máximo promotor de la realidad física de secuestros por
extraterrestres ¡fue un psiquiatra de Harvard! Esta es una de las múltiples
extravagancias que uno puede encontrarse en el estudio de los ovnis. Es un
hecho demostrado que creencias extremas con profundas raíces, arraigan en todas
las mentes. Lamentablemente, lo encontramos también en la ciencia, y no sólo en
la política o la religión.
La
ufología no sólo fracasa en avanzar, sino que es un círculo vicioso. Hoy vemos
noticias de ovnis publicadas en internet con las mismas viejas imágenes de
reflejos en la lente o estelas de condensación de aviones, que parecían
extrañas en la década de los cincuenta. Porque no hay criterios académicos o de
autoridad universalmente aceptados, ni tampoco evidencia sólida que se erija en
certidumbre, los errores del pasado de repiten una y otra vez. La ufología está
inmersa en un circuito cerrado que nunca termina. Recientemente leí acerca de
señales IFF (“Identification Friend or Foe”, identificación amigo o enemigo)
detectadas desde tráficos desconocidos durante las décadas de 1950 y 1960 que
ahora se presentan como ejemplos de evidencia sólida. Desde mi punto de vista,
si un ovni responde a una pregunta IFF, aún en modo aparentemente encriptado,
es más lógico sospechar que ésta activó el transpondedor de un avión al ser
iluminado por el radar, que atribuirlo a la respuesta de una nave espacial
extraterrestre equipada con primitivos sistemas terrestres.
La
TET
La
teoría de que los platillos volantes son visitantes del espacio fue adoptada
inmediatamente, especialmente por escritores de libros buscando sensacionalismo.
No fue una suposición que necesitó medio siglo para evolucionar luego que se
recolectara gran cantidad de evidencia fidedigna y verificada. Sin duda no. Los
libros publicados en 1950 definitivamente vincularon los platillos volantes al
espacio exterior. Debemos mirar retrospectivamente y considerar la calidad y
magnitud de la “prueba” que existió entre 1947 y 1949 para respaldar tales aserciones,
porque constituyó el fundamento del caso a favor de ovnis extraterrestres.
Tomemos
los mejor comprobados, más detallados y más extraños informes recogidos durante
los primeros tres años del fenómeno de los platillos volantes. Examinémoslos de
manera neutral y objetiva. El resultado no respaldará la noción de que los ovnis
vienen de otro planeta. Pero para entonces las creencias e impresiones
derivadas de esos informes ya habían lanzado una vívida e influyente idea de
visitas extraterrestres. La carencia de evidencia probatoria no fue nunca un
obstáculo para la hipótesis extraterrestre (HET). O más bien debería decir TET,
porque para los creyentes la idea no servía como mera hipótesis de trabajo sino
como una teoría establecida y dada por segura por todos los principales
ufólogos de ese tiempo. La teoría se afirmó como un hecho aceptado aún antes de
los aterrizajes y los encuentros con ocupantes, las fotografías y las filmaciones,
y muchos de los incidentes de militares y pilotos que dieron forma a la imaginería
del fenómeno ovni tal como la conocemos. La TET precedió a la mayoría de los
sucesos ahora citados como prueba de que la TET es cierta (verbigracia, los
aterrizajes de 1954 en Francia, la oleada mundial de 1965, los casos de humanoides
en EE.UU. en 1973, y un largo etcétera). Fueron sucesos o episodios posteriores
los que deberían realmente sostener un origen extraño para los informes ovni,
SI fueran realmente ciertos. Pero todo esto ocurrió muchos años después que la
TET estuviera ya vigente.
De
modo que nos enfrentamos aquí con una interesante situación: una idea
fundamentada basada en incidentes pobremente investigados y moldeada por la
fértil imaginación de escritores amantes del sensacionalismo, finalmente creó
un fenómeno “real” que a la vez acoge y extrae su sustancia empírica (observacional)
de esos previos y poco significativos relatos. ¿Cómo es eso posible? Esto ha
sido posible por la conjunción de un continuo flujo de nuevas historias de ovni,
crecientemente extrañas y absurdas, y el combustible contribuido por revistas y
libros, películas, filmes de televisión y documentales. Una vez establecida la
creencia, las observaciones nunca cesan de alimentar el sistema, y una nueva
mitología crece y madura.
El
mito evolucionó de manera diferente en varios países de acuerdo a sus
particulares idiosincrasias culturales. Una de las naciones donde el impacto
del fenómeno ovni ha sido mayor y más aberrante es Brasil. La cantidad de
informes de aterrizaje es elevadísima, los relatos de seres humanoides
asociados con esos aterrizajes (con la variedad posiblemente más rica de seres
humanoides, desde enanos a gigantes, incluyendo monstruos de un solo ojo) son
innumerables. En 2009, el historiador
brasileño Rodolpho Gauthier publicó su tesis de licenciatura en la que atribuyó
a “una combinación de periodismo sensacionalista, el temor a un conflicto
atómico y la fascinación con la exploración espacial” el surgimiento de la idea
de que extraterrestres estaban visitando la Tierra a bordo de platillos
volantes.
Estoy
convencido que un trabajo similar en otros países expondría las tendencias,
influencias y factores motivadores que solidificaron la creencia en los
platillos volantes como vehículos procedentes de otros mundos. Nos daríamos
cuenta que, en muchos países, esta creencia desatada por los medios precedió a
las oleadas locales de ovnis, las que luego fueron exhibidas como ejemplos de
manifestaciones verídicas de ovnis.
De
manera similar, historiadores de Estados Unidos deben sumergirse profundamente
en la influencia y peso que personajes como Ray Palmer y el propio Kenneth
Arnold, así como los tabloides de ciencia ficción de la época o revistas como
FATE, tuvieron en la impulsión –o en la misma invención– de la estrecha
asociación de los platillos volantes y los ovnis con la Teoría Extraterrestre.
Lo
fundamental aquí es que la idea de los ovnis interplanetarios precede al mito.
Aunque es debatible si la observación fundacional de Kenneth Arnold es un auténtico
misterio o fue simplemente una bandada de pelícanos, como se ha propuesto, lo
cierto es que la publicidad asociada con la observación desató el furor. Y la
gente comenzó a informar haber visto “discos” por centenares, tan pronto como
el popular nombre de “platillos volantes” fue acuñado en este contexto, aunque
no es seguro que esta forma reflejara exactamente lo que Arnold vio.
A
la popular y ampliamente aclamada teoría extraterrestre se le opone la posición
realista de los escépticos, de que “todo puede ser explicado en términos
convencionales”. Pero incluso se han propuesto teorías más extrañas, como
viajeros del tiempo, fuerzas del mal u ovnis operando como un sistema de
control. Estas son puramente especulaciones no demostradas e indemostrables,
que van desde lo lunático a lo muy bien elaborado retóricamente y
asombrosamente imaginativo. Pero, en mi humilde opinión, no son más que
literatura después de todo.
También
hay una flagrante contradicción entre la presunta política de no-contacto de
los alienígenas, sostenida por algunos ufólogos teóricos, con su marcado
carácter exhibicionista cuando dejan ver su presencia en la noche ¡con todas
las luces encendidas! A menos que lo que se ve sean simplemente cuerpos
astronómicos, meteoritos, aviones, globos a gran altura, reentradas,
lanzamientos de misiles y cosas semejantes, objetos que se observan mejor durante el atardecer y la noche como
demuestran las estadísticas.
Actitudes
Entre investigadores escépticos y
creyentes radicales hay una amplia escala de investigadores que sostienen
posiciones que van desde un leve escepticismo a una firme convicción en naves
espaciales. Los primeros usualmente soportan adjetivos despectivos tales como “pelicanistas”,
desprestigiadores, mentirosos y otros peores; los segundos tienen una exquisita
tendencia a la aceptación acrítica y a la credulidad. Pero todos ellos están de
acuerdo públicamente de que la mayoría de las denuncias de observaciones son
percepciones erróneas y basura fenomenológica. Típicamente, sin embargo, los
segundos se esfuerzan por sostener que los casos que ellos han investigado o
catalogado cualifican como ovnis: si más del 90% de los acontecimientos son ovis
(objetos volantes identificados), este porcentaje desciende drásticamente
cuando se trata de sus casos favoritos. De cierta forma podría aplicarse aquí
esta frase de Mark Twain: “No puedes depender de tus ojos cuando tu imaginación
está desenfocada”.
Te
puedes envolver en academicismo ufológico y declarar que no buscas
extraterrestres en tu investigación sino nuevos fenómenos atmosféricos, anomalías
ópticas, etc. pero en realidad apoyas esas tradicionales fotografías de discos
volantes, los informes de aterrizaje pasados de moda o el disparate de las
abducciones. Ante algunas audiencias escondes tus verdaderas creencias para
aparecer científico (¡incluso puedes serlo de verdad!) y aborrecer el término
UFO y usar UAP (o cualquier variante), pero por debajo de esas argucias está la
convicción de que los ovnis no son otra cosa que visitantes del espacio
exterior. Eso explica los duros ataques que uno recibe tras la resolución de un
prominente caso ovni. Tu situación dentro de la ufología se derrumba. Y eso
duele. No hay nada más frustrante que darte cuenta que has malgastado tu vida
en pos de un espejismo o una ilusión.
Una
y otra vez, un incidente ovni aparentemente indiscutible hace agua y se hunde.
Incluso historias de casos que adquirieron fama y que demandaron libros para
ser relatados, hallan finales ignominiosos. Uno se da cuenta cómo aún los
relatos más impresionantes terminan siendo increíbles, simplemente implausibles.
Pero el creyente cambia pronto su anterior decepción por un nuevo, brillante y
seguramente insoluble “desconocido”. Y así el carrusel continúa. El creyente
nunca se da por vencido.
El
Gobierno
En
Estados Unidos de América, la USAF desclasificó (relevó el carácter de secreto)
a unos 15.000 casos, que suponen unas 150.000 páginas, y el gobierno
estadounidense a través de los Departamentos de Defensa, Estado y del Ejército,
más las agencias CIA, DIA y NSA y FBI dio a conocer cerca de 12.000 páginas
adicionales de documentos relacionados con ovnis. Sin embargo, ni la Fuerza
Aérea, el Gobierno, los servicios de inteligencia o el estamento universitario
han sabido seleccionar, aprender y extraer lecciones de las miles de informes
ovni. Nada cercano a “ingeniería inversa” para ayudar a mejorar la
investigación espacial o la industria de armamentos. ¿Incompetencia? ¿Nadie
se dio cuenta que tenían en sus manos
una mina de oro con el notable potencial de hacer progresar la ciencia y la
tecnología? ¿Todos dejaron escapar esta oportunidad a sabiendas?
En
vista de tan enorme liberación de documentos, la especulativa proposición de
que hay información escondida en cámaras secretas de la Administración
estadounidense parece muy cuestionable. Después que todos “los recursos de evidencia”
quedaron en nada excepto un material mediocre, algunos recurren a creer que el
Santo Grial de la evidencia ovni se encuentra escondido en informes aún no
dados a conocer públicamente, cuando tales documentos ‒si existen‒ están
probablemente retenidos debido a temas que afectan a la seguridad nacional, y
no por ocultar secretos alienígenas.
Muchos
otros países tuvieron su propia cuota de informes ovni y sus Fuerzas Aéreas
estuvieron implicadas en la evaluación de casos denunciados a las autoridades militares.
La mayoría de los gobiernos han desclasificado o liberado sus archivos oficiales
sobre el tema ovni: Inglaterra, Australia, Canadá, Suecia, Brasil, Italia,
Nueva Zelanda, España, Noruega, Dinamarca, Finlandia (y la lista no termina aquí)
han puesto en el dominio público cerca de 100.000 páginas de documentos ovni, correspondientes
a más de 25.000 informes. Aquellos Gobiernos como el Reino Unido, con una
unidad oficial interna para estudiar este problema, la cerraron en años
recientes. Todos coincidieron hacer públicos sus archivos, afirmando al momento
que los informes de avistamientos no representaban un peligro para la seguridad
nacional o la seguridad aérea y que no
se obtuvo ninguna información científica durante la investigación de los
mismos.
La
situación en la antigua URSS y actual Rusia y Ucrania es menos oficial pero
igualmente importante: en los últimos años, un equipo de investigadores formado
principalmente por M. Gershtein, I. Kalytyuk, S. Petrov y A. Bilyk ha tenido acceso
a más de 3.000 informes ovni de la Academia de Ciencias y de otras
instituciones gubernamentales. Se prevé que otros 2.500 casos se den a conocer
en los próximos dos años.
En
Europa, sólo Francia mantiene un programa ovni desde 1977, conducido bajo la
agencia espacial francesa CNES. Desde
2007, el GEIPAN dio a conocer en línea 2.500 informes ovni (~50.000 páginas).
La razón por la cual Francia permanece en el asunto ovni (perdón, Fenómenos
Aeroespaciales No Identificados, PAN por la sigla en francés) tiene mucho que
ver con el tradicional interés en el tema por funcionarios de alto nivel y
científicos reconocidos, probablemente influidos por pensadores de la talla de
Aimé Michel. Sin embargo, GEIPAN afirma que sólo el 2% de los casos recogidos
en los últimos 10 años no es identificado y no hay indicios de ninguna actual o
previsible explotación teórica o tecnológica de los datos de los informes ovni.
Unos
pocos países latinoamericanos (Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Uruguay)
mantienen modestos centros, con un bajo presupuesto, para el estudio de los
ovnis, básicamente para monitorizar las observaciones que llegan por canales
oficiales. En muchos casos, esta es una respuesta política a la demanda de la sociedad
de una mayor transparencia, y he constatado en algunos casos que el deseo de
creer (“will to believe”) o un enfoque demasiado crédulo resulta evidente
incluso dentro de ese entorno militar cuando se baraja la cuestión ovni.
La
noción sostenida por algunos ufólogos y escritores de que el Gobierno de EE.UU.
oculta secretos revolucionarios (ya sea información o maquinaria) sobre el
origen de los ovnis es prácticamente contemporánea con el comienzo del Proyecto
Libro Azul o sus predecesores. A pesar de ello, han transcurrido décadas de
varias administraciones políticas, cada una con su propia agenda, y ninguna ha
admitido ni siquiera sugerido retener tales secretos. Por el contrario, reiteradas declaraciones
oficiales han establecido (por ejemplo, La Casa Blanca, 6 de noviembre de 2011)
que “el Gobierno de EE.UU. no tiene evidencia de que una presencia
extraterrestre haya contactado a algún miembro de la raza humana. Además, no
existe información creíble que sugiera que se oculta alguna información del
alcance del público”. Sin duda los Estados Unidos son una gran potencia en el
concierto de naciones, pero pensar que es el único depositario del conocimiento
de una tecnología que llega a nuestro planeta, es una ilusoria falacia
nacionalista.
Temas
epistemológicos
Desde
el punto de vista de la filosofía de la ciencia, la ufología es un tema anormal,
comenzando por el objeto de estudio que es una negativa, o sea, reúne lo que no
podemos identificar. Eso significa que hay infinitos objetos de estudio. Por la
falta de una definición positiva y otras razones no es posible replicar
experimentos. La Estadística, que es un medio clave para replicar experimentos es
inútil aquí ya que el contenido de las muestras es diferente según quién las
colecciona. Las anomalías en ciencia son importantes, por ejemplo la anómala
precesión del perihelio de Mercurio, lo que ayudó a establecer la teoría de la
relatividad. Pero esto requiere hallar constantes en los datos y el fenómeno ovni
está desprovisto de constantes. Las teorías científicas son predictivas, pero
¿qué predice la teoría de los ovnis? ¿Qué experimentos podemos hacer para
refutar o validar la teoría? Una hipótesis tiene que ser falsable. La TET no
puede ser falsable…a menos que un platillo volante aterrice en el jardín de la Casa
Blanca.
Todos
conocemos “experiencias” que no se explican satisfactoriamente. Como los
extremos de una curva Normal, siempre habrá un residuo de aparentes anomalías: son
ellas las que muestran los límites de la percepción visual, el techo de
nuestras capacidades, el espacio para errores de evaluación, el defecto de la
información, incluso nuestros propios prejuicios. Pero en manera alguna este residuo de
acontecimientos marginales da lugar a un fenómeno congruente que constituya una
nueva clase de entidades físicas que desafíen a la ciencia actual. Menos aún
sugieren la manifestación de una inteligencia a bordo de máquinas que han
cruzado el universo.
Mi
mejor conjetura para el pequeño remanente de casos fidedignos y no resueltos es
que su solución descansa en disciplinas como la psicología de los testigos
oculares o la física de la atmósfera. Y me temo que cuando estas soluciones
aparezcan no producirán ningún terremoto en el mundo científico internacional.
Sin
datos exactos no se puede efectuar una auténtica evaluación. Es esencial que la
información visual no esté corrupta, pero esto es a menudo difícil de lograr.
Estoy convencido que muchos “desconocidos” son el resultado de este tipo de
corrupción. Ello probablemente produce la mayoría del residuo típicamente
invocado como el núcleo del “auténtico” fenómeno ovni. Pero he aquí que las
“propiedades” estadísticas de los supuestos ovnis genuinos son inseparables de
las propiedades descritas en los informes ovi, y este mismo dilema persigue a las
supuestas semejanzas en la estructura narrativa de los encuentros cercanos,
aterrizajes y relatos de humanoides. Aún los pretendidos efectos psicológicos o
fisiológicos, o los efectos mecánicos y eléctricos, son similares cuando se
comparan ovnis “verdaderos” y ovis resueltos. Esta indistinguibilidad entre
sucesos anómalos y convencionales (el concepto de indiscernibilidad) sugiere
que ambos tienen un origen común: los ovnis proceden del espacio interior.
Luego
de décadas de indagar y resolver testimonios de ovnis, he llegado a darme
cuenta que aún los mejores casos, aquellos aparentemente irreductibles sobre
los cuales se basa la TET para el enigma ovni, son como espejismos que dan
apariencia pero no sustancia para sostener esa pretensión. Sí, hay presuntos informes idiopáticos pero
no son inexpugnables. Prácticamente cada caso ovni importante defendido como
inexplicable por los creyentes tiene una plausible contra-parte entre los
escépticos.
Es
un objetivo inalcanzable resolver el 100% de los informes que circulan. Siempre
habrá sucesos inexplicados pero eso no significa que sean inexplicables.
Siempre tendremos datos de entrada equivocados. Siempre existirán personas
deseosas de engañarnos. Siempre habrá análisis incorrectos o interpretaciones sesgadas
de tales observaciones. ¿Qué representan los casos inexplicados? No se puede
erigir una hipótesis proponiendo una naturaleza definida de algo sobre la base
de “desconocidos” o de sucesos que no se pueden explicar (esto es, que tienen
una naturaleza indefinida). Sólo el hallazgo de un conjunto de observaciones
físicas bien evaluadas y con testigos múltiples puede ser el fundamento de una
hipótesis. Una señal, incluso débil, dentro de un ruido aleatorio. Nunca una
miríada de observaciones efímeras y heterogéneas, visuales o instrumentales,
que es lo que se ha conseguido hasta ahora. Y aún sirve para menos si lo que se
quiere sostener es la Teoría Extraterrestre, que es la esperanza para los promotores
de los ovnis desde que nació el fenómeno.
¿Puedes
calcular los millones de horas de trabajo dedicadas a la investigación ovni en
el mundo en las últimas siete décadas? Nunca tanto trabajo ha logrado tan poco
en ningún campo de investigación (dejando de lado la parapsicología y la caza
de fantasmas). El corolario es: ¿y si no
existe un fenómeno ovni real? Al menos, no como un fenómeno único, singular y
común sino como una agrupación de diferentes fenómenos que se han enlazado
juntos erróneamente. La ironía es que
esto es precisamente lo que los críticos han argumentado siempre desde los
primeros días en que surgió el misterio de los ovnis.
Entonces
¿dónde está la evidencia sustancial? ¿Parece homogénea? Por ahí circulan varias
listas de los 10 mejores casos imposibles de resolver. ¿Se trata de incidentes
bien documentados, atestiguados por múltiples observadores, que han desplegado
características que están lejos del actual conocimiento de la ciencia y la
tecnología? Los científicos estarán
deseosos de analizarlos. Las publicaciones científicas en física atmosférica,
investigación aeronáutica o espacial ciertamente están deseosas de publicar
descubrimientos revolucionarios.
Sin
embargo, el conjunto restante de “desconocidos” aparentemente extraños es viejo
y por más que se ordenen no se puede construir ningún atajo que sea creíble.
Muchos trataron de encontrar Scientia
en el fenómeno ovni sólo para encontrarse con un galimatías imposible de
manejar, lo cual lamentamos mucho. Yo, más que nadie, quisiera estar
equivocado, pero todo a apunta a que en el futuro los platillos volantes y los
objetos volantes no identificados serán una categoría de los fenómenos
sociológicos de masas. Los ufólogos de hoy en día aún tenemos la oportunidad de
hacer ciencia, pero sólo estudiando información en bruto sobre avistamientos
ovni y demostrando cómo una visión que confundió al observador tiene una
explicación racional. Tenemos la ocasión
de hacer pedagogía en este proceso al mostrar el uso adecuado del método
científico aplicándolo a sucesos que parecen extraños tanto en primera
instancia como aún luego de realizada una cierta encuesta.
Por
largo tiempo hemos estado buscando constantes, patrones, invariantes o estructuras
en el cuerpo de la información ovni que sugiriera inteligencia o cualquier ley
recurrente que demostrara consistencia. No se ha formulado ningún modelo a
partir de las existentes colecciones de datos que no mostraran otra cosa
sobresaliente que despropósitos ininteligibles. Nada. Por otra parte, sí se han
hallado mecanismos sociológicos en la topografía y horario de las
observaciones. Esos hechos suponen mucho
más que un inconveniente menor para cualquier teoría que postule la existencia
de metadatos significativos dentro de la masa de informes ovni. Lo que esos
hechos apuntan es a un caótico enjambre de rarezas que tiene tantos orígenes y
naturalezas como la gente que las informa; una mezcla de observaciones
individuales que comparten poco en común y que demandan explicaciones separadas,
caso por caso.
Para
reconocer la existencia de un nuevo fenómeno, se requieren eventos totalmente originales,
inequívocos, de alta extrañeza, que necesiten un marco de referencia físico
nuevo para ser entendidos, objetivos en su registro, observados por científicos
e informados en revistas académicas establecidas. Los fenómenos ovni no se
adhieren a estos estándares.
Todo
investigador cuya posición ha evolucionado desde proponente (creyente) a
agnóstico (escéptico), adquiere de forma espontánea lo que llamaría una suerte
de “perspectiva transfronteriza”. Y resulta tremendamente provechosa en el
proceso de investigar avistamientos ovni, ya que reemplaza al instinto de
convertir cualquier fenómeno aéreo inusual en un “desconocido” (inexplicable).
Una vez liberada la mente de hábitos estrechos de creencia, uno se enfrenta de
manera más eficiente al estudio de los casos, investigando fuentes naturales y artificiales
(hechas por el hombre) para hallar soluciones alternativas. Por ejemplo, si un
observador de confianza avisa haber visto un objeto oval volando más lento que
un avión o helicóptero pero más rápido que un globo meteorológico en el cielo
una tarde, se puede asegurar que un objeto de esa descripción verdaderamente
voló en la zona a esa hora. Y se le busca y se revisan todas las posibilidades
convencionales hasta por último hallar que un dirigible encaja en las
características informadas. Si uno de ellos se encontraba en el área, horarios
y rutas de vuelo confirmarán o refutarán tu hipótesis, pero si estás pegado a la
posición del proponente, tus propias presunciones te impiden llegar a la
solución. Tu deseo de confirmar que el objeto era un vehículo del espacio
exterior ciega tus ojos a otras posibilidades más verosímiles.
Epílogo
Permítaseme
ser perfectamente claro: el fenómeno ovni tiene una significación trascendente
sólo en tanto que una forma de vida extraterrestre visita la Tierra. Es esta
posibilidad la que hizo la TET popular y apremiante desde el inicio. Pero me
temo que 70 años de incidentes aéreos, encuentros cercanos, captaciones por
radar, fotos y videos y otras experiencias aparentemente sorprendentes no alcanzan
ni de lejos a probar que tales visitas han tenido lugar. Esta evidencia es inadecuada como
prueba. Siendo realista, sin embargo, sé
que la gente no abandonará el mito de los platillos volantes. Su impacto en la
creencia popular y en toda la sociedad ha sido profundo y universal, habiendo
permeado todos los niveles de educación y clase social. De alguna forma, esta mitología perdurará
para siempre. Después de todo, las soluciones triviales, comunes y usuales son aburridas
y grises en comparación y no interesan a nadie aparte de a un puñado de estudiosos.
En
una razonable prognosis para el futuro, la presente situación social en torno a
los fenómenos ovni no espero que cambie a nivel popular. Los activos propagandistas
de los ovnis continuarán defendiendo la Teoría Extraterrestre contra viento y
marea a través de libros, radio, televisión y sitios web porque este negocio
tiene un mercado. Ellos están a prueba de desaliento y prestan oídos sordos a
la información procedente de todos lados acerca de la creciente cantidad de
informes dados de baja luego que un análisis expone su naturaleza convencional.
Van a responder a los desafíos de los escépticos con insultos, reciclando
viejas historias y adulterando la escena con afirmaciones sin base y teorías
conspirativas. Entre tanto, el número de aquellos investigadores serios y
objetivos que creen en la realidad de un fenómeno ovni distinto a lo conocido,
irá declinando a medida que el tiempo y la falta de prueba jueguen en contra de
mantener una mera fe, la esperanza de un contacto, o la regularmente
pronosticada (y miserablemente fracasada) expectativa de un reconocimiento por
parte de las autoridades. Por otro lado, no es difícil sospechar que la
perspectiva cultural de los fenómenos ovni
será tratada por eruditos y académicos universitarios como un tema digno de
estudio, pero por otras razones que las propuestas por los creyentes.
Sobre
el asunto ovni no se ha dicho la última palabra. Hay investigación pendiente
sobre bastantes observaciones que aún resultan enigmáticas, donde de la
aplicación de las ciencias físicas es de suprema importancia. Se requiere el
trabajo de documentalistas en el área de bibliografías e índices de recursos.
Historia, Folklore, Antropología, Psicología, Sociología, Epistemología,
Biografía se encuentran entre las varias vías académicas que pueden facilitar
una visión valiosa sobre las características de este fenómeno. Y alentamos a
los investigadores actuales y futuros a que se ocupen de esto. Como ejemplo de
lo que ya se ha logrado, a inicios de este año el especialista italiano Paolo
Toselli dio a conocer un banco de datos con 283 tesis universitarias y
disertaciones a nivel mundial que ya han tratado el tema de los ovnis.
Luego
de 70 años de recurrentes comunicaciones, informes y denuncias, la evidencia a
mano debería ser suficiente para demostrar la existencia material de máquinas extraordinarias
que surcan nuestros cielos, interactúan con nuestro medio ambiente y se
comunican con los seres humanos. En modo alguno. He aquí que lo que fue bautizado por
imaginativos escritores como visitas del espacio no ha sido sustanciado por una
prueba convincente o palpable. Hemos reunido muchos archivos sobre fenómenos
ambiguos, diversos en apariencia y comportamiento. La mayoría de los casos que
parecen intrigantes ocurrieron ya hace años, en tanto que ninguno de los
llamados aterrizajes ha aportado ninguna evidencia destacable. A medida que se alejan cada vez más en el
tiempo, los casos que una vez parecieron convincentes van a verse cada vez más
como anécdotas y fábulas, cada vez menos como creíble evidencia de que hemos
sido visitados por extraterrestres.
Permítaseme
terminar esta síntesis de pensamientos que condensan cinco décadas de un viaje
investigativo personal sobre el tema ovni, con una cita de 1988 del distinguido
escritor británico y reconocido investigador de ovnis, Hilary Evans:
Si vamos a sacar provecho de este espléndido mito que hemos creado,
nunca debemos perder de vista lo que es – sólo un mito.
Agradecimientos
El
autor desea agradecer al Dr. Félix Ares de Blas, a Manuel Borraz Aymerich y al
Dr. Thomas E. Bullard sus valiosos comentarios. Y a Milton Hourcade su
traducción al español.
T.E. (2017), “La naturaleza de la evidencia OVNI: Dos visiones”,
Parte II
Thomas E. Bullard
Han
pasado los setenta años bíblicos (toda una vida en aquella época) desde que
Kenneth Arnold informó haber visto el primer “platillo volante”. Quizá este
aniversario marca mejor que ninguno un momento simbólico en la historia del
asunto, una ocasión para valorar lo que hemos aprendido, para mirar al futuro y
para formularse algunas preguntas peliagudas.
Vicente-Juan
Ballester Olmos es un nombre legendario en la ufología. Posee una contrastada
reputación como investigador y pensador, así como una larga y profunda
familiaridad con todos los aspectos de este campo. Cuando toma la palabra las
personas sabias escuchan con atención, y sus reflexiones en “La naturaleza de
la evidencia ovni” llegan cargadas de un valor especial.
Sus
pensamientos en dicho artículo no son los habituales para alegrar a los creyentes,
tampoco es una declaración de avances logrados, ni siquiera planes para
investigaciones futuras. Su tema es más profundo, y su tono más sombrío y hasta
triste. Ballester se pregunta si el tema de los ovnis se ha agotado. ¿Ha
llegado el momento de admitir que hemos llegado al final?
El
autor recuerda cómo se inició en el estudio de los ovnis con el mismo
entusiasmo juvenil que muchos compartimos y recordamos, atraído por la
esperanza de que seres de otros mundos estuvieran visitando la Tierra y el deseo
de estar a la vanguardia en la solución del mayor misterio de todos los
tiempos. Y también ha compartido la decepción que muchos de nosotros hemos
sentido con el paso de los años cuando la tan deseada solución sigue
mostrándose esquiva.
A
diferencia de algunos defensores de los ovnis, Ballester Olmos no ha cerrado
los ojos a las deficiencias de la ufología, ni se ha comprometido a defender el
fenómeno contra toda razón. Por el contrario, ha confrontado la evidencia con
juicios científicos claros y concluye que, a pesar del enorme tiempo y esfuerzo
invertido en la investigación de los ovnis, no se ha alcanzado ninguna
evidencia convincente para indicar que naves extraterrestres hayan visitado la
Tierra.
En
esta ocasión, los pensamientos que nuestro colega ha escrito no nos llaman a
redoblar nuestros esfuerzos y seguir incansables hacia adelante; más bien
sirven como un obituario para una búsqueda fallida. No me gusta oír que nos
hemos enfrentado a simples molinos de viento durante décadas, pero muy a mi pesar,
tengo que estar de acuerdo con la mayoría de lo que dice.
Ballester
Olmos argumenta que los ovnis constituyen una creencia mítica más que un
fenómeno accesible a la ciencia. La base de la creencia descansa en
avistamientos genuinos, pero los avistamientos mismos se reducen a fenómenos
convencionales, remodelados en algo extraño por las ideas de lo que son los ovnis,
cuál es su aspecto y qué hacen. El término operacional aquí es ideas, más que
una verdad objetiva que les corresponda. La teoría extraterrestre rápidamente
tomó el control de la comprensión popular de los ovnis. Los ufólogos aceptaron
esta propuesta, los medios de noticias y entretenimiento la promovieron, y los
testigos conformaron sus informes a las expectativas así sembradas. Los informes
se multiplicaron y se hicieron más extraños conforme tanto los testigos como
los ufólogos se fueron comprometiendo emocionalmente con dichas creencias. La
historia se expandió, sus partidarios la racionalizaron y defendieron, y al
final se encerraron en su burbuja de creencias, una narrativa mítica
autoconfirmada e impermeable al desafío que había adquirido la apariencia de
verdad.
Aunque los ufólogos
buscan retratar sus esfuerzos como ciencia, la evidencia que recogen no cumple
con los estándares científicos. Es voluminosa, pero en gran parte anecdótica y
sujeta a las deficiencias de la observación humana, las ilusiones, las percepciones
erróneas y las preconcepciones que pueden convertir a Venus en una nave
espacial brillante a punto de aterrizar. Con las evidencias ovni no es posible
la replicación, ni los experimentos controlados, ni las predicciones o la
falsabilidad. Las fotografías son abundantes, pero casi invariablemente
cuestionables ya sea como fenómenos convencionales o como engaños. Ninguna
evidencia material convincente, ninguna tecnología alienígena, ha caído nunca
en manos humanas excepto como rumores. Las consistencias en los datos sobre los
ovnis son pocas y en su mayor parte atribuibles a los estereotipos derivados de
las expectativas populares, y las propiedades reportadas para los ovnis son
indistinguibles de las propiedades reportadas para los ovis. El fenómeno ha sido
objeto de investigación científica y ha sido debatido en más de un foro
oficial, pero no ha surgido ninguna razón para acreditarlo como un fenómeno
desconocido genuino. La queja de que la ciencia ignora la evidencia ovni es más
bien el reconocimiento de que los ovnis no han producido ninguna evidencia
digna de atraer la atención científica.
Es
innegable que existen casos anómalos. Los mismos aportan cierto misterio, pero
en cualquier volumen grande de evidencias basada en la observación humana
existirá un residuo de casos inexplicables. Su estado inexplicado es más
probable que sea debido a factores humanos, como esa tendencia a combinar
observaciones no relacionadas y atribuirles un significado deseado, que a un
fenómeno desconocido distintivo. Ninguna recurrencia destacada distingue el
cuerpo de desconocidos como coherente y único. Incluso los mejores casos van
disminuyendo en número bajo una más estrecha investigación escéptica, lo que
sugiere con cada vez mayor probabilidad de que los ovnis no son fenómenos
objetivos sino productos de la imaginación, el error, las expectativas y los
deseos humanos. Los ovnis provienen del espacio interior, de la imaginación
humana y de la capacidad de crear mitos. Proporcionan temas para sociólogos,
psicólogos, folcloristas y similares, pero al final Condon tenía razón: el
estudio de los ovnis no contribuye nada al conocimiento científico de lo
físico, y mucho menos a la prueba de visitas alienígenas.
Esta
sentencia es dura pero justa. Presenta a la ufología como algo tan estéril en
sus resultados que cualquier persona que dude de que ésta sea la última palabra
casi se traiciona como un verdadero creyente comprometido. Por mi parte, estoy
de acuerdo con el razonamiento seguido en el argumento, pero todavía no puedo
aceptar el carácter absoluto de la conclusión. Sigo encontrando cierta
sustancia entre los informes de ovnis y veo un camino, aunque estrecho, que
puede conducir a un verdadero fenómeno anómalo, sin necesidad de desviarse
entre los "hechos alternativos" de la mitología OVNI.
Tanto
Ballester Olmos como yo estamos de acuerdo en que los ovnis tienen carácter
mítico. Creo que también estamos de acuerdo en que el sentido apropiado de
"mito" aquí no es la mera falsa creencia de uso popular, o el sentido
algo más sofisticado de una forma de entender experiencias que no es reconocida
por un consenso de autoridad. Los ovnis son míticos porque en torno a ellos ha
crecido un sistema complejo de hechos ciertos, hechos supuestos, acuerdos,
argumentos y especulaciones. Muchas personas aceptan todo o parte de este
sistema y ven algunos aspectos del mundo como si los ovnis fueran verdades
fácticas, a pesar de que tanto la evidencia como las interpretaciones atribuidas
a los ovnis siguen siendo cuestionadas. Actualmente, las ideas sobre los ovnis
conforman tanto el entretenimiento como la imaginación. Se convierten en parte
de la educación informal e informan las expectativas de las cosas que pueden
verse en el cielo. El mito influye –o contamina– la percepción, la concepción,
la memoria, la formulación verbal, la comunicación, la argumentación; en otras
palabras, todos los aspectos de la narrativa ovni y los debates al respecto. No
escuchamos, ni hablamos, ni siquiera observamos un fenómeno puro. Nuestra
relación con los ovnis está siempre mediatizada por el mito.
Los
ovnis tal como los conocemos son indiscutiblemente productos humanos que sirven
a propósitos humanos, pero el mito no es necesariamente todo. La gente todavía
ve algo. A menudo, el objeto de la observación es convencional pero extraño por
las influencias distorsionadoras del mito. A veces, tal vez, el objeto
observado es extraño en sí mismo y transformado en la forma "ovni"
adecuada por la fuerza de la expectativa y la necesidad de asignar lo
desconocido a una categoría comprensible. El mito distorsiona en ambos
sentidos.
Ese
embrollo perjudicial entre la observación y la comprensión es algo habitual del
ser humano. La situación empeora en el caso de los ovnis, ya que las
interpretaciones oficiales parecen inadecuadas o insatisfactorias y las
versiones no oficiales asumen el control. La ufología presenta ejemplos vívidos
de distorsión extrema, como el caso de una reentrada satelital en 1968, donde
varias personas reportaron ventanas y hasta placas metálicas en un objeto
desplazándose a nivel de las copas de los árboles cuando el estímulo real eran
media docena de fragmentos en llamas sobrevolando a unas cien millas de altitud
en la atmósfera superior. Sin embargo, la aparición de visiones anómalas no
significa automáticamente el fin de la objetividad. Muchos otros observadores
de esta reentrada la describieron con precisión, aunque no identificasen lo que
realmente era. Existen bastantes pruebas de que las personas merecen más
crédito del que reciben como observadores de visiones extrañas en el cielo. Por
ejemplo, un monje del siglo XII, John de Worcester, incluyo en su crónica un
relato detallado de lo que ahora reconocemos como un buen ejemplo de un gran
bólido brillante. Se limitó a una descripción clara de un fenómeno desconocido
para él, sin ningún intento para forzar la observación dentro de un esquema
interpretativo medieval.
¿Son
míticos los ovnis? Por supuesto que lo son, y nuestro sesgo humano siempre
amenazará con confundir las observaciones y nuestros esfuerzos humanos para dar
sentido a las experiencias se inmiscuirán en la realidad que deseamos entender.
Estas complicaciones son ineludibles, pero no necesariamente fatales. Una
enfermedad puede explicarse como resultado de gérmenes, humores o brujería,
pero mientras las interpretaciones difieren, la enfermedad sigue siendo la
misma y muy real. Los ovnis pueden ser míticos y reales al mismo tiempo. Esta
dualidad complica el trabajo de comprensión, pero podemos vivir con ella y
superarla aprendiendo a separar las contribuciones humanas de la base objetiva.
La
unidad fundamental en cualquier debate sobre los ovnis es el avistamiento
individual. Debe existir al menos un informe ovni que describa un fenómeno
desconocido genuino o la argumentación a favor de los ovnis se derrumbará como
vacía. Sabemos lo que queremos: un aterrizaje en el patio delantero de la Casa
Blanca, una pieza de tecnología inconfundiblemente no terrestre, registros
instrumentales de carácter indiscutible. No tenemos estos Santos Griales. Lo
que tenemos son un gran número de informes de testigos que describen luces en
la noche u objetos fugaces en la distancia, afirmaciones de encuentros cercanos
y ocupantes sin evidencia firme para respaldarlos, rastros de aterrizaje
indefinidos y contactos de radar ambiguos y fotos que pueden ser falsificaciones.
La gran mayoría de estos informes tienen respuestas convencionales o se
encuentran en una amplia "zona gris" donde nada se puede probar en
ningún sentido. No es de extrañar que Ballester Olmos se haya vuelto cínico.
Cualquiera que se haya enfrentado a estas montañas de frustración siente las
punzadas de la desesperación.
Al
mismo tiempo, la ufología ciertamente dispone de una colección de casos sin
resolver que es significativa en tamaño y elocuente en valor probatorio. Dichos
casos describen incógnitas no sólo en el sentido trivial de información
insuficiente o de que nadie haya intentado realmente resolverlas, sino en un
sentido robusto de casos ricos en detalles, provocativos en extrañeza e
impermeables a una solución convencional, aunque los escépticos hayan intentado
una y otra vez aportarla. El astrónomo Lincoln La Paz y otros vieron un objeto
blanco redondeado maniobrando a plena luz del día en 1947. Fue capaz de
triangularlo y calcular su velocidad. Sus evoluciones lo distinguían de un globo
o de un avión. En 1968 la tripulación de un B-52 se acercaba a la base aérea de
Minot cuando un objeto muy grande apareció en el radar, dirigiéndose hacia el
avión y girando justo antes de una colisión. A instancias del control
terrestre, el avión permaneció en la zona, llegando a observar un gran objeto
resplandeciente posado en tierra. Este personal altamente capacitado confirmó
la presencia de un objeto desconocido también detectado desde el suelo por el
radar y visto por testigos independientes. En 2006, muchas personas presentes
en el aeropuerto O'Hare de Chicago pudieron ver un objeto en forma de disco
justo debajo de las nubes. El objeto se elevó en vertical, dejando un círculo
perfecto en las nubes, un resultado que habría requerido una gran cantidad de
energía térmica. Casos como estos ofrecen múltiples testigos de calidad y apoyo
instrumental o la oportunidad de "hacer ciencia" con resultados que
sugieren un fenómeno inusual. Aquí tenemos la base para un fenómeno ovni
verdadero y desconcertante.
Ballester
Olmos admite sin problemas que la ufología tiene sus incógnitas. Su
preocupación es que no permanezcan como tales para siempre y que acaben
cediendo tarde o temprano a una solución convencional. Este destino se ha
convertido ciertamente en familiar. La "nave nodriza gigante” vista en el
Yukón en 1996 y las llamadas “luces de Phoenix” de 1997 atrajeron una gran
cantidad de atención entre los ufólogos. Estos casos parecían fuertes hasta que
los escépticos proporcionaron explicaciones convincentes de una reentrada
satelital para el primero y un vuelo de aviones militares para el otro. Sin
embargo, los escépticos no siempre son una apuesta segura. El caso de Exeter de
1965 ha tenido numerosas soluciones, algunas que sí se centraron en la
observación y otras que eran risibles. La mejor propuesta de los escépticos fue
cuando atribuyeron el ovni a un ejercicio de reabastecimiento de combustible en
vuelo. Se trataba de una propuesta inteligente, pero que se desmoronó bajo un
análisis más detallado, como con las anteriores. Alrededor de una cuarta parte
de los casos investigados por el Comité Condon acabaron clasificados como
desconocidos. Algunos casos, entre ellos los mejores en los archivos, parecen
ser "fortalezas volantes" defendibles contra las soluciones
convencionales. Por el contrario, algunas explicaciones como las empleadas por
miembros del Proyecto Libro Azul utilizado para aclarar informes difíciles,
equivalen a poco más que excusas descuidadas que no explican nada. Algunas de
las soluciones propuestas sirven más bien como recordatorios de que la
racionalización de los escépticos puede distorsionar la verdad tan gravemente
como la credulidad de los entusiastas de los ovnis.
A
la vista de lo anterior, la rapidez en renunciar a los ovnis parece prematura.
Siguen llegando nuevos casos que se suman al grupo de "desconocidos" –ejemplos
recientes serían el caso de persecución policial en el sur de Illinois del año
2000, el avistamiento del aeropuerto O'Hare y el objeto con forma de
"receptor de teléfono" recogido por el MUFON en 2013. Dado que debe
exigirse el máximo rigor tanto a las incógnitas como a las explicaciones,
aquellos casos antiguos mal explicados deberían volver a incorporarse a la
muestra. También puede ser que no tengamos la historia completa de los archivos
del Gobierno. Nunca he sido partidario de las teorías conspirativas, pero he
notado la abundancia de ovnis de buena calidad en los avistamientos de los
pilotos militares y civiles en 1947. Después de 1952 los informes militares se
hicieron escasos en los archivos del Libro Azul y los ovnis de cualquier tipo
disminuyeron a un goteo. Este cambio sigue a las regulaciones JANAP 146 y AFR
200-2 que prohibían a pilotos civiles y militares revelar avistamientos de ovnis
a la prensa, así como al Panel Robertson, que impulsó una política para
desactivar el interés público en los ovnis. Parece inverosímil que los
avistamientos de pilotos hayan cesado de forma tan repentina. Tal vez los
rumores de un sistema dual –el Proyecto Libro Azul como una mera pantalla de
relaciones públicas y un sistema oculto que investigaría informes de la más
alta calidad– tengan cierta validez después de todo. De ser así, esos archivos
significativos que constituirían una especie de "ufologica irredenta"
pueden estar todavía profundamente enterrados en las entrañas secretas del
Gobierno.
Todavía
existe un volumen respetable de casos inexplicados dentro del misterio ovni.
Ello podría indicar que la aparente espiral descendente hacia el cero, o hacía
un mínimo residuo de eventos insolubles en lugar de verdaderamente anómalos,
puede ser después de todo una ilusión histórica más que algo inevitable. Tal
vez persista un nivel mínimo de casos inexplicados a lo largo de toda la
historia de los ovnis. El nivel de ocurrencia puede ser bajo, pero quizá una
serie de casos “inexpugnables” debidamente reconocidos podría emerger como una
señal clara en el ruido. ¿No deberíamos al menos considerar esta hipótesis
antes de rendirnos por completo?
Nada es tan molesto y
doloroso para los ufólogos como el rechazo de sus esfuerzos por parte de la
ciencia oficial. Consideran su empresa como científica y anhelan la aprobación,
sólo para encontrarse como los niños pequeños expulsados del campo de juego por
los niños grandes que les cierran la puerta. Las quejas de que los científicos
no escuchan o ignoran los hechos pasan por alto la naturaleza de la evidencia ovni.
Es descuidada en extremo, abrumadoramente anecdótica e intangible. Los ovnis
ofrecen poco o nada que llevar al laboratorio para su análisis o
experimentación. Las raras excepciones han resultado poco concluyentes o al
menos no convincentes. Esta ausencia de elementos contrastables, junto con su
reputación como pseudociencia, aseguran que la ufología seguirá siendo
rechazada por los científicos de laboratorio.
Las
ciencias observacionales podrían suponer una alternativa de acercamiento más
apropiada para la naturaleza de los sucesos ovni. Cuando los científicos no
pueden controlar su objeto de estudio, deben abordarlo en sus propios términos
en su entorno original, y recopilar datos de observación para el análisis
indirecto. Este modelo encaja mejor con los informes sobre ovnis, aunque con
las complicaciones adicionales de que los observadores son numerosos y en
general se trata de individuos dispersos con diferentes temperamentos,
habilidades y expectativas, que relatan avistamientos en el cielo raros y
efímeros, la mayoría de las cuales resultan ser falsas alarmas. Son aquellos con
ideas y sesgos preconcebidos los más motivados para contar sus avistamientos.
No es posible la estandarización en el proceso de observación y poco en las
descripciones de los avistamientos. Los encuentros cara a cara entre el
investigador y el testigo son raros. Los datos resultantes son crudos en el
peor sentido: heterogéneos, inconsistentes y adecuados sólo para el análisis
crudo. Los ovnis resultan sujetos indisciplinados incluso para las técnicas de
campo.
Si
los informes individuales inexplicados son la base de partida para la defensa
del fenómeno ovni, los patrones de coherencia en estos informes añaden la
siguiente capa esencial. Cada caso inexplicado independiente puede ser
impresionante en sí mismo, pero sólo cuando existen muchos casos con similitudes
significativas pueden constituirse en pruebas de un fenómeno recurrente. Sin
este apoyo, las incógnitas siguen siendo rarezas aleatorias y pueden no tener
mayor significado. Con un patrón consistente para unificarlas, estas rarezas
comienzan a adquirir una identidad. Los casos inexplicados y sus patrones se
proporcionan apoyo mutuo y el caso a favor de los ovnis gana en fortaleza.
Pero, desde luego, sólo si encontramos tales patrones.
Los
estudios más habituales que se realizan sobre los datos ovni masivos son
comparaciones estadísticas, ya sea análisis de contenido para aquellas
descripciones consistentes de apariencias y actividades, o la búsqueda de
frecuencias de patrones en el tiempo y lugar de los eventos ovni. Estos
esfuerzos han dado lugar a resultados escasos. Un hallazgo como el de que se
observan más ovnis a primera hora de la noche que en cualquier otro momento
puede ser consistente, pero no sorprendente, mientras que descubrir que los
informes de ovni son más frecuentes en un determinado día de la semana que en
cualquier otro puede ser una sorpresa, pero no tiene significado aparente. Las
búsquedas de un patrón de recurrencia en las oleadas ovni han conducido a
éxitos predictivos, pero no duraron mucho tiempo y podrían haber sido erróneos
después de todo. Los análisis de contenido que muestran que la mayoría de los ovnis
son redondos y la mayoría de los ocupantes son humanoides cortos gozan de una
robustez inconfundible, pero como advierte Ballester Olmos, tales hallazgos son
igualmente válidos para los casos ovi y reflejan imágenes populares.
Este
tipo de análisis ofrece a la ufología su mejor opción para defender a los ovnis
con los datos en la mano. En lugar de esperar a que un pedazo de nave espacial
caiga en nuestras manos, o que el Gobierno nos muestre los cadáveres
alienígenas, todos esos intrigantes casos que hemos acumulado pueden
transformarse de archivos polvorientos en herramientas para el trabajo
científico real. Pero, ¿no hemos ya intentado y fallado en esta empresa? No lo
creo. Un ejemplo personal: una comparación entre los informes de abducción con
alta fiabilidad y los de baja fiabilidad reveló que la consistencia en la
secuencia de eventos y el contenido descriptivo era mucho mayor en los casos de
alta fiabilidad. En los casos de baja confiabilidad donde presumiblemente la
mayoría de las historias eran engaños o fantasías, las tramas y el contenido
variaron mucho más. Una comparación entre dos muestras de casos ovni con
ocupantes encontró preferencias más fuertes para ciertas opciones descriptivas
entre los informes de alta fiabilidad que en el general.
La
razón detrás de estas consistencias podría ser la influencia cultural o el
sesgo del investigador, pero la causa también podría ser una observación real.
Por lo menos, vale la pena explorar dicha posibilidad. La existencia de tantos
informes ovi en la muestra, de tantos errores humanos y defectos en las
descripciones contaminan el registro y amenazan con sofocar la señal que
representa en volumen mucho más pequeño de verdaderos ovnis. En el pasado nos
hemos tenido que conformar con trabajar con datos malos limitados en cantidad y
calidad, y los resultados decepcionantes no resultan una sorpresa. Hoy en día
tenemos muestras mucho más grandes y datos de mejor calidad para escapar del
problema del “garbage in-garbage out” que hizo fracasar nuestros esfuerzos
anteriores. Tengo razones para creer que podemos llegar a identificar algunas
consistencias distintivas en el fenómeno, y que la utilización de casos de
calidad como base de datos revelará esas consistencias con mayor claridad. Por
lo menos, pienso que debemos hacer el esfuerzo antes de descartar la nave
espacial.
Vicente-Juan
me invitó a colaborar en un diálogo de puntos de vista sobre los ovnis para
este 70 aniversario. Puede que no haya esperado tanta diferencia en las
conclusiones, pero en realidad nuestro desacuerdo es mínimo. Sus críticas a la
ufología son acertadas y su exposición de sus fracasos como empresa científica
son tan necesarios como son dolorosos. Sólo nos diferenciamos en las
conclusiones que extraemos. Ballester Olmos está listo para clavar los últimos
clavos en el ataúd y enterrar a la ufología para siempre. Yo todavía veo
chispas de vida y deseo evitar un entierro prematuro. Un muy vivo Mark Twain
bromeó en cierta ocasión que los informes sobre su fallecimiento eran muy
exagerados. Un pronunciamiento similar sobre los ovnis quizá no sea estirar tanto
la verdad, pero incluso este 70 aniversario no tiene por qué ser el final del
trayecto. Tal vez me agarre a un clavo ardiendo como los verdaderos creyentes,
pero todavía percibo un misterio en medio del desorden y las avenidas, o al
menos los callejones, de la investigación aún inexplorados, o no adecuadamente
seguidos. Hasta que eso suceda, seguiré viendo un futuro para la ufología.
Valencia
(España) y Bloomington (EE.UU.), 24 de junio de 2017.
Agradecimientos
El
autor desea agradecer a Luis R. González sus traducción al español.
Vicente-Juan Ballester Olmos trabajó 30 años en la compañía Ford en España como Analista y Gerente de
Departamento (Finanzas). Un activo investigador del fenómeno ovni desde 1966, es
autor de 10 libros y más de 480 publicaciones (ver su bibliografía en http://cdufo.info/bib/bibliog1.pdf). Ha dado conferencias en Europa y EE.UU. y ha
sido miembro o consultor de importantes organizaciones dedicadas a los ovnis en
varios países. Especialista en informes de “aterrizaje” de ovnis en la
Península Ibérica y casos de fuente militar y policial en España, desempeñó un
destacado papel en el proceso de desclasificación de los archivos ovni del Ejército
del Aire español, de 1992 a 1999. Desde el año 2000, Ballester Olmos dirige el
Proyecto FOTOCAT, una base de datos de observaciones ovni-ovi en las que se han
registrado fotografías, films, videos o imágenes digitales hasta el 31 de diciembre
de 2005 (con más de 12.200 entradas). Casado, padre de dos hijas y un hijo, es
un ávido lector y un gran aficionado a la música country.
Proyecto FOTOCAT: Apartado de Correos 12140,
46080 Valencia, España.
Correo electrónico: ballesterolmos@yahoo.es
Thomas Eddie
Bullard se interesa por los ovnis desde 1957, a la edad de ocho
años. Este interés persistió y finalmente escribió su tesis doctoral sobre el
tema cuando esta un estudiante graduado en Folklore en la Universidad de
Indiana. Ha publicado diversos estudios sobre las abducciones para el Fund for
UFO Research y el Journal of UFO Studies,
así como el libro The Myth and Mystery of UFOs para la University Press
of Kansas en 2010, un libro que compara los relatos y las creencias en los
ovnis con los encuentros extra-normales en el mito, la religión y el folklore.
Ha servido como miembro de la ejecutiva tanto del Fund for UFO Research como
del Center for UFO Studies. Retirado recientemente,
continúa escribiendo sobre la fenomenología ovni y objetos aéreos anteriores a
1947 en su casa en Bloomington, Indiana.
Correo electrónico: tbullard@indiana.edu
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