19 February 2015

PLASMAS VIVIENTES - un artículo del Dr. Massimo Teodorani, Astrofísico

Presentación

El Grupo de Estudio de Fenómenos Aéreos Inusuales, cumple su función de estudio y análisis de estos fenómenos, a través de la labor de cada uno de sus Miembros, allí donde están.

Estudiar estos fenómenos, no significa dedicarse meramente a ellos, sino abordar también temas conexos, entre los cuales --como hemos señalado muchas veces-- están la Aeronáutica, la Astronáutica, la Astronomía, la Biología, la Física, la Fotografía, la Meteorología, la Psicología, etc.

Dentro de los Fenómenos Aéreos Inusuales, ocupan un lugar preponderante, --y en parte motivador de la creación de nuestro Grupo-- los llamados "Fenómenos Luminosos Anómalos".

Respecto de estos últimos, una autoridad indiscutida en la materia, es el Astrofísico Dr. Massimo Teodorani.

Con su debida aquiescencia, es para nosotros un honor reproducir aquí un escrito que si bien data de cierto tiempo, no ha perdido en absoluto actualidad. 

Su título puede sorprendernos en primera instancia: "Plasmas Vivientes". 

El desarrollo del tema por parte del Dr. Teodorani va más allá de la mera constatación, medición y registro de los F.L.A. en el valle de Hessdalen, Noruega, y en varios lugares más del planeta. 

Al internarse en el conocimiento más intrínseco de las manifestaciones de plasma iónico, se descubre un principio universal que estaría en la quitaesencia misma de lo que es vida. 

He aquí entonces, el trabajo del Dr. Teodorani.


Plasmas Vivientes      Massimo Teodorani
Publicado en Sienza e Conoscenza (Ciencia y Conocimiento) n.23, Febrero 2008 pp.30-35



Estamos habituados a vivir en un mundo en que la materia tiene tres estados bien definidos: gaseoso, líquido y sólido. Es en medio de estos 3 componentes que nosotros conducimos nuestra vida, comenzando desde nuestro nacimiento como fetos orgánicos. La estructura orgánica de nuestros cuerpos está ella misma hecha de estos 3 elementos: esta es la materia viviente basada en el ADN y sobre su capacidad de auto-replicarse y de transmitir de una manera inteligente la memoria de una doble hélice que porta la información suficiente para ensamblar las proteínas de la célula viviente. Estructuras de este tipo pueden crearse sólo cuando se dan las condiciones justas: en particular la presencia de carbono y de agua, por medio de los cuales es posible crear de manera extremadamente eficiente las macromoléculas que luego llevan al nacimiento y la evolución de la vida, aquí en la Tierra y con toda probabilidad aún en otros mundos. Dejando una puerta abierta a las funciones del silicio en su potencial capacidad de llevar a la formación de estructuras vivientes en cualquier parte del universo y en condiciones totalmente particulares, quedamos aún convencidos que el mecanismo basado en la química del carbono es en absoluto el más universal para la formación de la vida. Y sabemos  que aún en el espacio interestelar pueden formarse moléculas orgánicas basadas en el carbono, como lo han demostrado muchas veces nuestras observaciones astronómicas. Hace milenios que el hombre estudia en varias formas el mecanismo de la vida, y sólo muy recientemente hemos descubierto el ADN y sus funciones. Hoy estamos en condiciones de describir adecuadamente el mecanismo de la vida, al punto tal que podemos no sólo leer sino  aún escribir (noticia recientísima procedente del descubrimiento del bioquímico Craig Venter) la estructura del ADN. Pero aún comprendiendo como se manifiesta el mecanismo de la vida,  todavía hoy no sabemos exactamente qué es ella.

Las interrogantes del tipo: ¿qué es la vida? se han vuelto más inquietantes cuando en Agosto de 2007 en los laboratorios de simulación numérica alemanes y rusos, surgió que cuando un plasma (una especie de sopa compuesta de electrones e iones libres) entra en contacto con una nube de granos de polvo finísimos, estos granos adquieren inmediatamente una carga eléctrica absorbiendo electrones del plasma que les rodea hasta formar un núcleo de electrones que a su vez atrae a los iones con cargas positivas del mismo plasma, dando lugar a los que han sido definidos como “cristales de plasma”.

Lo que de verdad impacta es que, guiados por las fuerzas electrostáticas, los granos de polvo se animan retorciéndose en estructuras helicoidales, mientras que el plasma queda polarizado. En estas condiciones los granos de polvo dentro del plasma adquieren características de auto-organización, desde el momento en que ellos, aún gracias al plasma en el cual están inmersos, comienzan a rotar en estructuras helicoidales eléctricamente cargadas la cuales terminan por atraerse mutuamente. Experimentos de este tipo se han efectuado desde fines de 1998 aún en condiciones de gravedad cero en las estaciones espaciales como la rusa Mir, pero se necesitaba la simulación de la dinámica molecular efectuada en computadora por  físicos como el alemán Gregor Morfill y el ruso Vadim Tsytovich para comprender bien qué es lo que sucede cuando una polvareda entra en contacto con un plasma, que está definido como el cuarto estado de la materia. Lo que realmente surge de estas investigaciones es que estos cristales de plasma asumen formas que rápidamente evolucionan en una doble hélice idéntica a la que caracteriza el ADN, y que muestra una excepcional habilidad auto-organizativa. Pero aún hay más, dado que esta forma es replicada en otros cristales de plasma como si esta forma se reprodujese transmitiendo un propio “código genético” a todo lo que le circunda. La simulación muestra efectivamente que estas hélices pueden tener dos configuraciones estables representadas por una espiral pequeña y otra grande, mientras que cada hélice contiene varias secuencias de estos dos estados: los investigadores piensan que esta característica dinámica permita a estas estructuras memorizar información,  en realidad las mismas puede dividirse, formar copias exactas, interactuar con espirales vecinas, e inducir cambios en otras espirales. Y todo nace de un vórtice en espiral de fuerzas electromagnéticas, un vórtice que se transmite en todo el entorno formando estructuras helicoidales idénticas a las que les han producido: la hélice representa una especie de código informativo, que culmina replicándose pasando cualquier transformación estructural de una generación a otra y para dar forma a estructuras siempre más complejas y estables. En esencia, tenemos un sistema físico donde las partículas de polvo son mantenidas unidas por fuerzas electromagnéticas que parecen precisamente contener un código del todo comparable a la información genética que tiene unida a la materia orgánica, con la característica de reproducirse exactamente como una célula viviente. En otras palabras, parece de veras que estas estructuras hechas de polvo y plasma sean verdaderamente y propiamente seres vivientes en capacidad de reproducirse y evolucionar, y para poderlo hacer son capaces aún de nutrirse famélicamente de todo el plasma que tengan a disposición.  

Esta fenomenología ha hecho pensar que el “código de hélice” sea realmente la parte distintiva que caracteriza al mecanismo de la vida y que, sobre todo, ésta pueda explicarse no solamente en la forma orgánica que hemos conocido siempre sino también en una inquietante forma inorgánica. Y efectivamente el mismo Gregor Morfill del Instituto Max Planck para la Física Extraterrestre no ha tenido dificultad en afirmar lo que sigue: “De nuestra simulaciones numéricas parece que ensamblando juntas partículas de polvo con un plasma  parece posible satisfacer la condiciones mínimas comúnmente aceptadas para definir el mecanismo de la vida, para lo cual basta obtener una suficiente concentración de polvo cargado eléctricamente y el proceso de auto-organización y de crecimiento puede ser activado: se concluye que complejas estructuras auto-organizadas de plasma exhiben todas las propiedades necesarias que les califican como candidatas de la materia inorgánica viviente”. Por lo tanto, los cristales de plasma son una forma de vida completamente inorgánica, que parece responder aún a las aspiraciones de algunos astrobiólogos estadounidenses cuando decidieron buscar indicios de aquella que ya llamamos “vida extraña”.

Ahora que conocemos la existencia de los cristales de plasma gracias a algunos experimentos efectuados en el espacio y a bien precisas y rigurosísimas simulaciones numéricas, sólo nos queda irlos a buscar en alguna parte. Parece que los lugares más adecuados se encuentran en el cosmos, y en particular en las nubes interestelares de polvo, en el medio circun-estelar o bien en los anillos de planetas como Saturno o Urano, todos ambientes ricos de partículas de polvo como de plasma. Y no olvidemos que el plasma representa el 99% de la materia en el universo. Estos son ambientes ideales porque en estas particulares condiciones los procesos electromagnéticos que llevan a la formación de códigos helicoidales no son particularmente perturbados por el efecto de la fuerza de gravedad.  Si bien en realidad las cosas están en estos términos, entonces este extraño mecanismo podría ser  ampliamente el más común en la generación de “estructuras vitales” en el universo, al punto tal de hacer sospechar que en las nubes interestelares no haya sólo moléculas orgánicas sino también estructuras activadas por el plasma y el polvo que se reproducen y evolucionan, quizás de manera inteligente; lo que sería como decir que las nubes interestelares podrían ser ellas mismas una forma viviente.  Con este propósito no se puede dejar de pensar en el famosísimo romance de la ciencia ficción escrito en 1957 por el gran astrónomo británico Fred Hoyle (el padre de la teoría cosmológica  del estado estacionario) donde una nube cósmica viviente e inteligente amenaza a la Tierra.

Hemos visto que las simulaciones en laboratorio sobre cristales de plasma parecen tener verdaderamente estructuras vivientes. Pero sabemos aún que la vida lleva a menudo a la inteligencia. Nos preguntamos entonces si estas estructuras podrían evolucionar de tal manera de llegar a ser inteligentes o sensibles.  Hay varios indicios que lo hacen pensar, y dos en particular: la característica misma de coherencia de los plasmas en cuanto tales, y ciertas manifestaciones de extraños fenómenos luminosos de plasma que se verifican de manera recurrente no en el espacio cósmico sino en algunos lugares de nuestro planeta.

El físico cuántico David Bohm se dio cuenta que un plasma parece representar un estado verdaderamente peculiar de la materia eléctricamente cargada, en el cual las partículas que lo componen (electrones e iones) parecen comportarse como un conglomerado inteligente con características ya sea individuales o colectivas, y con una configuración dinámica que hace pensar en la existencia de una “memoria” en el interior del mismo plasma donde aún las partículas más lejanas del centro de simetría de la nube de plasma parecer estar constantemente informadas de aquello que sucede en el centro. En el ámbito de estas sus investigaciones Bohm se dio cuenta muy pronto que a ejemplo de los electrones, una vez  que llegan a ser parte de un plasma, dejan de aparecer como partículas individuales y comienzan a comportarse como si fuesen parte de un todo más grande e interconectado, un mar de partículas que da la impresión de ser aparentemente vivo, inteligente y consciente  mediante las características de auto-regulación que se observan al estudiar el comportamiento ya sea en laboratorio como utilizando ecuaciones en un pizarrón. Llegados a este punto habría que pensar que un plasma, típicamente por vía de sus características del todo únicas, podría en particulares condiciones funcionar como una especie de “estructura neural”, en condiciones de recibir, elaborar y transmitir información de cierto tipo:  en otras palabras, podría comportarse como una especie de computadora.  Pero podría dar origen aún al fenómeno de la Vida, como las recientísimas investigaciones sobre cristales de plasma parecen demostrar. Prescindiendo del mecanismo de la vida, está la estructura misma altamente coherente de un plasma que podría aún funcionar como una especie de “caja de resonancia cuántica”, del mismo modo que los microtúbulos operan de manera orquestada en nuestro cerebro—en base a las exploraciones del matemático Roger Penrose y del neurofisiólogo Stuart Hameroff – determinan la formación de momentos de consciencia.  Intentemos imaginar que el mecanismo cuántico orquestado esté en condiciones de operar aún en el interior de las partículas de plasma y que por lo tanto podremos esperar no sólo una estructura viva, sino aún una estructura inteligente y consciente.

En situaciones totalmente particulares, como por ejemplo luego de un rayo o de la formación de extrañísimas condensaciones atmosféricas de plasma luminoso, es posible que el fenómeno de los cristales de plasma (o alguna cosa muy similar) se pueda verificar aún en nuestro planeta. Extrañísimas por cierto son ciertas coincidencias. Algunos fenómenos de luces, cuya naturaleza de plasma está claramente demostrada en el curso de investigaciones efectuadas en el valle de Hessdalen en Noruega y aún en otros lugares del mundo incluida Italia, parecen recalcar bastante fielmente los comportamientos de plasma y polvos interactuantes observados por Morfill y Tsytovich: esferas de luz que tienden a dividirse, a unirse, a multiplicarse, exactamente como lo haría una célula viviente.  Todo esto ha sido observado y documentado. Indudablemente se trata no de simulaciones sino de manifestaciones transitorias  de plasma realmente existente en nuestro planeta, cuando particulares condiciones  --como por ejemplo piezoelectricidad y la semi-conductividad de ciertas rocas--  en el subsuelo, lo consienten. Estos fenómenos de luces, cuando aparecen contemporáneamente en más de un punto de un mismo valle, parecen estar conectados entre sí, por cuanto frecuentemente tienden a reaccionar de común acuerdo cuando solo uno de estos globos es estimulado por fuentes electromagnéticas.  Lo que verdaderamente asombra es que el mecanismo de formación de estas esferas de luz contiene exactamente los mismos ingredientes de los cristales de plasma: un plasma y polvo atmosférico en forma de aerosol, con vapor acuoso que como catalizador genera procesos termoeléctricos-químicos al punto de confinar estas esferas de plasma. A veces se les ve desplazarse rápidamente en el cielo asumiendo verdaderas y propias trayectorias helicoidales, exactamente como los cristales de plasma de la simulación de Morfill y Tsytovich. Una cosa es cierta: estas esferas de plasma tienen la tendencia a multiplicarse y evolucionar, y lo hacen en tiempo del orden de minutos o aún de segundos.

Y no sucede sólo esto, ya que imprevistamente las esferas luminosas de plasma –en particular aquellas estudiadas en Hessdalen—pueden asumir formas perfectamente geométricas, como por ejemplo rectángulos y triángulos. En una primera impresión parecería que el plasma se comporta como los cristales de nieve organizándose en estructuras geométricas y simétricas, y esto no bastaría para hacer un organismo inteligente.  Pero evidencias que recurren constantemente desde siglos en muchísimas localidades del mundo, muestran que estas formas de plasma son atraídas por el ser humano y tienden a interactuar con él, como si estuviesen verdaderamente dotadas de verdaderas características de inteligencia y aún de consciencia, dado que parecen despertar en la mente de personas más receptivas extraños fenómenos que tienen mucho en común con la telepatía. Por ahora, se trata de testimonios, pero pronto verificaremos con experimentos cruciales que implicarán la medición directa y simultánea sea de parámetros biofísicos del cerebro como de las características electromagnéticas del fenómeno de luces en cuanto a tal.

Entonces, estructuras con muchísimas características similares a aquellas medidas en simulaciones numéricas sobre cristales de plasma, parecen ocurrir aún en nuestro planeta. Esferas de plasma que nacen de improviso y luego se reproducen y evolucionan en tiempos rapidísimos, asumiendo a veces formas geométricas e interactuando con el mismo ser humano. Son una de las más grandes fronteras de la física, donde la física misma –y ya no la biología – podría llegar a ser la protagonista en determinar exactamente qué cosa sea la Vida y con ella la inteligencia y la consciencia que de la misma parecen surgir de manera totalmente espontánea.
¿Qué sabemos ahora? Sabemos que: a) plasmas acoplados a partículas de polvo pueden adquirir características en todo similares al ADN; b) los plasmas son estructuras altamente coherentes y se comportan como componentes de un software de tal manera de hacer funcionar un programa inteligente bien preciso; c) formas más o menos estructuradas de plasma se manifiestan de manera recurrente como “fenómenos luminosos anómalos” en muchas parte de la Tierra, con la característica de “reproducirse” de la misma manera de la multiplicación celular y de interactuar con el ser humano.

Debemos ir al fondo del asunto, dado que las simulaciones numéricas computarizadas nos sirven sólo para describir matemáticamente ciertos determinados tipos de comportamiento: por lo tanto debemos estudiarlos mejor en nuestro ambiente. Es altamente probable que algunos fenómenos de plasma vistos (y en algunas ocasiones aún medidos) en nuestro planeta estén vinculados con la fenomenología de los cristales de plasma. Si pudiésemos demostrarlo, entonces podríamos aún encontrar que la forma más universal de Vida se basa realmente en la interacción entre las partículas subatómicas de un plasma –iones y electrones libres—y partículas microscópicas de materia esparcidas en todas partes del universo. En la Tierra como en los espacios interestelares de las nubes de materia difusa inmersa en los plasmas, en los anillos de planetas gaseosos hechos de partículas minúsculas alimentadas de los plasmas magnetosféricos de sus respectivos planetas gigantes, y aún en otros ambientes cósmicos que todavía no conocemos, podrían verificarse mecanismos que a su vez han estado en la raíz de la vida orgánica. Características bien definidas de los plasmas determinadas por su propia coherencia interna en condiciones particulares y favorables podrían aún asumir el aspecto de la inteligencia y de la consciencia, mientras que las acciones de los mismos plasmas podrían ser determinantes en el “plasmar” la materia misma tal como la conocemos, más allá de la vida como aún no la conocemos.

Referencias Bibliográficas e Internet.

1. Hoyle, F. (2003). La Nuvola Nera. Ed. Feltrinelli.
2. Silverman, J. (2007). “Are we Looking for Aliens in the Wrong Places?” (sito Web)
3. Teodorani, M. (2004) “A Long-Term Scientific Survey of the Hessdalen Phenomenon”. Journal of Scientific Exploration, Vol. 18, n. 2, pp. 217-251 (anche sito Web)
4.
Teodorani, M. (2007). Entanglement. Ed. MACRO Edizioni.
5. Teodorani, M. (2008). Sfere di Luce. Ed. MACRO Edizioni.
6. Tsytovich, V.N.; Morfill, G. E.; Fortov, V. E.; Gusein-Zade, N. G.; Klumov. B. A. & Vladimirov, S. V. (2007). “From plasma crystals and helical structures towards inorganic living matter”. New Journal of Physics, 9, p. 263 (sito Web)

Traducción especial y exclusiva para este blog del UAPSG-GEFAI por Milton W. Hourcade.

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